Por Arturo Mesa ()
Atlanta.- Entraste a la juventud en un primer momento y luego al Partido. Más tarde te asignaron un carro, un apartamento en Playa y uno que otro viaje al año por tu condición de confiable.
Con el carro -que no era tuyo- hiciste dinero; con el viaje, relaciones y con el apartamento, que al final vendiste, más dinero, además de llevar una vida cómoda en la capital.
Un buen día te presentaste en fronteras como por arte de magia, aduciendo «miedo creible», aunque en la isla jamás protestaste ni por el horario de una reunión. Para ese entonces ya te sabías hasta el himno del «imperio» al que juraste enfrentar.
Atrás quedaron todos los daños de tu «misión» como miembro del Inmortal y todas las personas heridas por tus acciones.
Y yo, cada vez que conozco de estas historias me pregunto: ¿de cuáles convicciones se construye hoy la sociedad «socialista» en Cuba? ¿Cuál es el peor obstáculo al cambio necesario?
Realmente no me importa que llegues aquí (bueno si hiciste daño sí me importa), lo que me importa es la falsedad de la supuesta «vanguardia», o como dijeran algún día… del «hombre nuevo».
Sépase que lo falso, como lo hueco, por más andamiaje que se le ponga al final, se pudre y se derrumba. La isla no aguanta una mentira más.