Por Manuel Viera ()
La Habana.- Por dos razones no he salido de Cuba: porque no tengo el dinero para hacerlo y porque no quiero dejar nada en este país que me obligue a regresar.
Vendo mi casa doble en Playa, en la que trabajé por 10 años poniendo piedra a piedra con lo poco que sacaba como abogado, la casa donde vi nacer a mis tres hijos, en la que he vivido los últimos 18 años de mi vida, pensada para vivir y tener allí el negocio, casa que produce.
Vendo mi carrito viejo, el que heredé de mi padre y que está conmigo desde hace 30 años, del que conozco cada tuerca y cada tornillo, mi incansable dodgecito argentino, todo ladificado, mi compañero de mil batallas, mi palmiche.
No me ando con medias tintas, ni soy de los que le pone azúcar a verdades amargas, no me voy de Cuba por problemas económicos: me voy por problemas políticos. Es la política lo que no tolero de Cuba.
He echado mi vida intentando no defraudar a los cubanos, nunca pensé hacer esto. Pero no soporto la idea de que mi hija crezca en una sociedad rota, que nadie quiere arreglar.
Mi mujer, a sus 27, también tiene la vida por delante. çQuiero vivir libre! ¡Quiero que ellas sean libres! Y sé que será duro el camino.
En Cuba sólo dejaré mi recuerdo y mi nombre en el viento, y no regresaré a ella mientras huela a miedo, mientras la sociedad se derrumbe sin que le importe a nadie, mientras se imponga el pensamiento y se dicten las palabras.
¡Nunca bajé la cabeza!