Por Hermes Entenza ()
Nuremberg.- La música folklórica de todos los países y culturas, traduce en canciones las mismas cuitas: amor, amor perdido, y la romanza de vivir y morir en la profundidaddel monte. Pero Luís Gómez, el villareño (Cumanayagua 1918), era otra cosa.
Yo, que sucumbo diariamente entre Led Zeppelin, The Who, Juan Sebastián Bach y Giovanni Battista Pergolesi, cuando escucho a este bardo, apocalíptico en vida y obra, y experto en la antigua tonada Carvajal, no veo diferencia alguna.
Luís Gómez es parte de un mundo que tristemente se descompuso. Los campos de Cuba, con su riqueza natural y su acervo cultural, murieron con las CPA y con el derrumbamiento de la zafra azucarera.
Nunca viví en el campo, pero recuerdo los viajes profundos con mi abuelo, visitando caseríos y nobles guajiros que nos brindaban café y comida, con el alma noble y olor a caña de azúcar cuando tomaban el laúd y se pasaban horas cantando y haciendo anecdotas, pero llegó el reclutamiento casi obligado, para que le cantaran a un futuro que nunca llegó.