Por Jorge Fernández Era ()
La Habana.- Me llegó una de tantas citaciones. Esta vez —inmenso honor— es para Villa Marista. Debo estar en sus predios mañana (este miércoles) a las 8:00 am, y tendré como anfitriona a la invicta teniente coronel Kenia.
Está claro que el cerco de la Seguridad del Estado se cierra sobre nosotros. Demasiado reciente la expulsión de Alina Bárbara López Hernández de la Uneac y mi posterior renuncia, así como la combativa declaración aparecida en Granma con el título «Los valientes y los cobardes». Vaya encabezamiento para un texto en que los «valientes» no ponen su nombre ni se menciona quiénes son los «cobardes». Quedará para el anecdotario el comentario de una lectora que, a pesar de aplaudir acríticamente la parrafada de injurias, declara ante tanta letanía: «me interesa tener más elementos sobre qué es lo que está sucediendo en este momento que trajo como consecuencia dicho pronunciamiento.
Tengo alguna idea pero no lo suficiente como para poder esclarecer a otros. Parto del principio que es deber de todo cubano revolucionario defender la Revolución y nuestra cultura, pero para ello es necesario tener suficiente dominio del tema en cuestión».
El tema en cuestión es que no encuentran manera de cerrar nuestros expedientes para juzgarnos por lo que esté más a mano, siempre bajo la premisa de que no somos presos de conciencia, sino vulgares delincuentes. Connotados perturbadores del orden público son incluso los muy jóvenes Alexander Hall y Raymar Aguado, a quienes también se les ha citado para «entrevistarlos».
Que me lleven por vez primera a conocer la hermosa casona de la calle San Miguel del reparto Sevillano precisamente un día 18 no es casual. El paquete turístico varía, pero la intención sigue siendo la misma: neutralizar la protesta pacífica que desde hace más de un año realizamos Alina, yo y otras personas con reclamos que harían palidecer a la más inocente de las voces críticas de la historia de la humanidad. Tiene que estar muy jodida una «Revolución» para que le tema a que unas pocas personas se paren pacíficamente durante una hora frente al monumento al héroe que más soñó con una patria de inconformes.
Estoy consciente de los riesgos a que se exponen mis 61 años y mi salud si la pasantía de mañana se extiende más allá del récord de once horas que constituyó la excursión el pasado mes a Santiago de las Vegas, pero no les temo, ni a ellos ni a las consecuencias de mis actos. Soy y seré libre, esa es una felicidad que no me quitarán ni inquisidores ni abyectos.
PD/ Mientras redactaba esto, recibí una llamada desde la Unidad de la PNR de Aguilera: «Jorge: le habla la capitana Viviana. Necesito se presente aquí mañana a las diez, para hablar con usted». «Imposible. A esa hora estaré en Villa Marista, adonde acudiré a través de una citación entregada por un policía. ¿Por qué no se ponen de acuerdo?». «Ah, no, acuda a Villa Marista. Nos vemos entonces el jueves».
Estos muchachones del Minint son una gozadera.