Por Javier Pérez Capdevila ()
Guantánamo.- En este rincón del mundo llamado Guantánamo, donde la tierra árida y el cielo gris se entrelazan en su franja costera sur, nací con un sueño tan vasto como el horizonte.
Desde mi infancia, las carencias fueron mis compañeras, y la pobreza mi sombra constante. Pero en mi corazón latía una esperanza indomable, una llama que ni el viento más fuerte podía apagar.
Me forjé en la adversidad, pero desde entonces, cada día me levanto con la determinación de cambiar mi destino. Mi anhelo nunca ha sido para mí mismo, sino para todos aquellos que comparten mis condiciones de vida
Siempre, desde mis primeros años con uso de razón, sueño con un entorno donde cada ser humano pueda satisfacer sus necesidades básicas, donde el deseo de comer no satisfecho y otras necesidades básicas se conviertan en sólo recuerdos lejanos.
Con cada paso, enfrenté obstáculos que parecían insuperables, pero mi espíritu nunca flaqueó gracias a Dios. Aprendí que la verdadera riqueza no se mide en dinero, sino en la capacidad de soñar, de ayudar a otros y de luchar por un futuro mejor.
Mi vida se convirtió en una especie de poema de resiliencia, una oda a la perseverancia y al amor por la humanidad hasta la actualidad, todo por la gracia de Dios. Ninguno de mis logros me pertenecen porque toda la Gloria es de mi creador.
Sigo mi camino, con la mirada fija en el horizonte y el corazón lleno de fe. Porque sé que, aunque el viaje sea largo y arduo, con la ayuda de Dios cada paso me acercará un poco más a un mundo donde pueda satisfacer al menos las necesidades básicas de un ser humano.
Menciono (y aclaro a mis lectores que hablo de mi vida y de mis aspiraciones sin nada que ver con política de Estado) algunas de las principales con las que sueño: una vivienda y un salario dignos, poder consumir con mi familia una dieta equilibrada y nutritiva, sin tensiones que me obstruyan la recuperación física y mental a partir del llamado sueño reparador, con facilidades para una atención médica de alta calidad, incluida la medicación, lograr transportarme sin que ello presuponga una preocupación y dedicar tiempo a actividades recreativas de calidad y hobbies para la relajación y el disfrute personal, que me ayuden a mantener un equilibrio mental saludable.