Por Arturo Mesa ()
…de la serie… (Los Atlantianos)
Atlanta.- Yo estaba en la puerta cuando llegaron, eran como ocho y andaban juntos, creo que en el estadio o en una fiesta, no recuerdo lo que me dijeron. Ninguno pasa de 25 años y trabajan ahí mismo, pero esa noche es «Labor Day» y no les tocó.
Uno es cantinero y quiere ser abogado, el otro quiere montar un negocio de botes y canoas, no va a estudiar más; una quiere ser maestra, ella es mesera e increíblemente hábil, hay otra que quiere ser trabajadora social y otra que va a estudiar economía política.
Así, todos estudian en lo suyo, en Georgia Tech, en UGA, o en GSU, son jóvenes y sueñan.
Para lograr esos sueños se desviven por sustituir turnos en el restaurante, buscan en el calendario a ver quién está enfermo o va a faltar porque quieren doblar, así le dicen. Hacen sus traquimañas y cambian.
Llegan a las 11 de la mañana y puede que con suerte, salgan a las 8. Ganan buena plata, pero el trabajo es muy duro en un lugar que no para de recibir clientes. Más de 80 mesas y siempre lleno. A veces me lo pienso, ¿podré hacer lo que ellos hacen? Es buena plata. Me asustan las órdenes, las formas de pago, el menú de bebidas, sé que si solo lo pido me dejarían. Pero de esas bebidas americanas todavía uno no entiende nada.
A veces los muchachos tienen cinco mesas a la vez y están felices. Mándame más gente, Art. A veces solo tienen una de 25 clientes, o tres de 6 y nada los detiene. Suben y bajan escaleras como si nada, no se cansan, los gerentes al tanto de ellos, no para controlarlos sino para que ganen más (así gana más el negocio). Pero es que fulanita tiene seis mesas –les digo a los jefes, algo preocupado-. No te preocupes -me responden-, están contentos van a sacar mucho dinero hoy.
A veces el bar está repleto, a veces no son clientes agradables, a veces tienen tragos de más. Yo diría que es duro lo que hacen, pero no fallan, no llegan tarde, doblan, cargan y suben 39 escalones con bandejas y bebidas las veces que haga falta.
Hoy llegaron después de la fiesta, o del estadio, “Hey Art”, estamos en el patio. Se sentían como si hubieran llegado a casa, les hacen descuentos, beben, fuman, bailan, bromean, son jóvenes, se meten conmigo, una se pasa de tragos, otro me invita a una SweetWater cuando termine, conoce del lado que cojeo.
Va a cerrar el restaurante, se quedan un rato en el bar, deciden terminar sus copas e ir a descansar, mañana doblan; el martes es un buen día. Luego de las fiestas, niños en la escuela y negocios abiertos.
Cada cual recoge sus vasos y los llevan a la cocina, van saliendo al parqueo, besos abrazos, bromas, cada uno va hacia su auto.
¿Te dejo en la casa, Art? Yo voy hacia el Midtown –me dice una.
No hay forma humana que este país falle.