«IRÉ POR ESOS MONTES Y RIBERAS; NI COGERÉ LAS FLORES, NI TEMERÉ LAS FIERAS»

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFE"IRÉ POR ESOS MONTES Y RIBERAS; NI COGERÉ LAS FLORES, NI TEMERÉ LAS FIERAS"

Por P. ALberto Reyes ()

Camagüey.- Nuestra vida no sólo viene definida por el “qué somos” sino, y sobre todo, por el “cómo somos”. No se trata sólo de ser padre o madre sino de cómo se vive la paternidad y la maternidad; no se trata sólo de ser médico o electricista sino de cómo se sirve, desde una profesión, a los demás.

El evangelio de hoy no busca que nos preguntemos si queremos o no queremos ser discípulos de Jesús, sino qué tipo de discípulo estamos dispuestos a ser.

Es verdad que el camino del discipulado es un proceso. Nadie se convierte en discípulo de un momento a otro. Por el contrario, vamos, poco a poco, progresivamente, asumiendo la identidad del discípulo. Pero, ¿qué nos guía en ese proceso? La llamada a la disponibilidad, la determinación que nace del convencimiento profundo de que “sólo tú tienes palabras de vida eterna”. Nada más, nadie más.

¿Y por qué es tan urgente que nos hagamos la pregunta de qué tipo de discípulo queremos ser? Por dos motivos.

El primero, porque tal vez hoy como nunca antes asistimos a un ambiente social de esclavitud mental: desde la aparente libertad del “todo vale” y “todo puede ser cuestionado” y desde la apasionada bandera de la “inclusividad”, se van imponiendo modelos de pensamiento y conducta que se venden no sólo como “políticamente correctos” sino como incuestionables, inamovibles y, sutilmente, obligatorios. Patrones donde se excluye descaradamente todo lo que no va con el “nuevo modelo”, donde se ridiculiza al que piensa diferente y se le hace la guerra hasta llegar a eso que llamamos la “cancelación”, la reducción al silencio, el castigo al cuestionamiento.

¿Dónde encontrar la luz para que no se enturbie la mente? ¿Dónde encontrar la fuerza para enfrentar a un mundo que no sólo ha perdido la razón sino que se enorgullece y se gloría de sus argumentos sin sentido, mientras compra progresivamente mentes e instituciones y provoca la castración de las voces lúcidas?

¿Dónde, sino en Cristo, encontrar el remedio a esta falta de liderazgo sensato que sumerge a las naciones en rebaños sin pastor?

Por otra parte, ¿por qué es tan urgente definir nuestro discipulado? Porque mientras este mundo pierde el tiempo y el rumbo en la creación de absurdos y en el ataque a los valores que permitieron lo que hoy llamamos “civilización”, mucha gente sigue sufriendo, mucha gente sigue batallando con las consecuencias de su pecado o del pecado de otros, y hay que tener las neuronas despiertas para seguir amando, perdonando, ayudando, aconsejando; hay que tener las neuronas alertas para que nuestra vida no se desvíe ni por el miedo a desafiar lo “políticamente correcto” ni por la distracción de las guerras de desgaste con las cuales nos quieren entretener, mientras el mundo real, ese que está hecho de personas concretas, sufre, pasa necesidad y padece soledad.

Tal vez todo esto pueda resumirse en esa frase hermosa de San Juan de la Cruz cuando escribió: “… iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las fieras”.

Check out our other content

Check out other tags:

Most Popular Articles

Verified by MonsterInsights