Por Hamlet Fernández Díaz ()
Uberaba.- Gabriel Boric, en una declaración de apenas tres minutos, deja muy mal parados a Lula, López Obrador y Gustavo Petro, los tres presidentes de la vieja izquierda que juegan en el campo democrático.
Estos tres señores, así como la inmensa mayoría de los partidos que se autoproclaman de izquierda en América Latina, no pueden evitar sufrir eso que tan bien fue definido por Marx con una metáfora memorable: «La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos».
El símbolo de una de esas generaciones muertas, Fidel Castro, les dejó una gran enseñanza a sus pupilos en el continente: «lo que se gana con las armas no se entrega en las urnas». En Cuba, cualquier dirigente de los históricos todavía te puede decir hoy: «si estás inconforme y quieres enfrentarte a la «revolución», pues álzate (en armas), ahí está la Sierra (Maestra).
Es decir, la vieja izquierda, estalinista en su esencia, nunca ha creído ni respetado la democracia en ningún lugar. De ahí que muchos partidos e ideólogos recalcitrantes se hayan apresurado a legitimar el obsceno fraude de Maduro. No sienten el menor escrúpulo ante las evidencias, porque la democracia y la voluntad del pueblo venezolano no tienen mayor importancia. Lo que pesa en ese tipo de comportamiento son los pactos partidistas, las alianzas históricas: «hay que cerrar filas con Maduro en la lucha contra el imperialismo Yanki y la derecha fascista».
¿Y el imperialismo Ruso y Chino (verdaderos amos de Maduro)? ¿Y la voluntad del pueblo venezolano expresada en las urnas?
Esas interrogantes no existen para la vieja izquierda.
Entonces llega el presidente más joven de América Latina, socialista por demás, y dice lo que todas las personas que respetan el sentido común, son sinceras y reconocen lo que de hecho está aconteciendo en Venezuela, ya han dicho con total claridad: en Venezuela, como en Cuba y Nicaragua, no se trata de derecha o izquierda, no se trata de ideología en esos viejos términos; se trata de democracia versus totalitarismo, de la voluntad del soberano (el pueblo) versus grupos de poder, de familias, que se creen con el derecho divino de adueñarse de un país y de someter a su voluntad la vida de millones de personas.
Es tan sencillo como eso. Boric ha dado una lección de la claridad y la sencillez de los principios democráticos y republicanos. Los respetas o no los respetas. Por eso el joven presidente de Chile representa hoy la avanzada de la nueva izquierda en el continente.Maduro ha intentado burlarse del mundo yendo a elecciones, disfrazándose grotescamente de demócrata, para después robarse los resultados y reprimir al pueblo. La vieja izquierda demuestra no tener escrúpulos al legitimar el desmán, mientras la decencia política habla así: «no validaremos resultados que no hayan sido verificados por organismos internacionales independientes».
