Por Ulises Aquino
La Habana.- He pensado mucho para dirigirme al Ministerio de Transporte de Cuba, porque sin dudas el titular de este Ministerio ha sido un hombre muy laborioso y humilde. Preocupado por la realidad de su área de trabajo y por el pueblo. Eso es un hecho.
Pero es que la burocracia es el enemigo más grande de este tipo de sociedad. Como todos estamos obligados a pedir permiso, a solicitar, a caerle atrás a los que deberían dar explicaciones, cumplir con los términos que la constitución de la República exige en el cumplimiento del tiempo para recibir respuestas y todo lo demás, no nos queda de otra.
Pronto se cumplirán dos años de una solicitud que le hice al Primer Ministro sobre mi medio de transporte, para el que no existen piezas de repuesto ni posibilidad de obtenerlas porque no se fabrican desde hace 20 años. La callada por respuesta.
Nadie dice nada, nadie responde nada.
En la página de la presidencia de la República exponen que ya está resuelto el problema o cambian los términos de la solicitud. Son tan desgastantes las gestiones, que si alguna vez se resolviera el problema, en vez de satisfacción o alegría, lo que se siente es cansancio y la sensación de si valía la pena dedicarle dos años de tu vida a ese asunto.
Porque para la burocracia no existe el tiempo , existen ellos, y mi problema no es importante, simplemente porque es el mío.
Y así se consume la vida, nos desgastan por gusto, por el simple hecho de que no somos lo más importante. Los importantes son ellos, los que deciden, los que pueden hacer con tu tiempo lo que les dé la real gana.
Y no pasa nada, la Constitución dice esto, pero yo hago lo que quiero, porque tú no eres importante. Y ya, porque sí, y si lo dices será peor, y si te molestas tienes dos trabajos.
Ellos no tienen obligación de responderte, ellos son los que mandan, y ya. Y nosotros tenemos el derecho de quedarnos callados, y de aceptar lo que digan, y ya.
Y ya.