Por Tania Tasé
Berlín.- Conocí a este hombre en la piscina del hotel donde me hospedé en Mallorca.
Entramos en contacto porque me dio las gracias por impedir que su nene más pequeño se lanzara en la parte honda de la piscina.
Conversamos en inglés, le ha resultado raro que una cubana viva en Berlín y pase sus vacaciones en una isla española. Le he explicado brevemente mis razones. Se ha mostrado sorprendido cuando le he dicho que en Cuba desgobierna una dictadura.
Es uno de los tantos que pensó que esa era la isla de la felicidad absoluta. Ha dicho que lo siente mucho y ha querido saber más. Así que he soltado la lengua. (Soy mucho más introvertida en mi vida privada que en las redes, no se me da muy bien hablar con extraños, pero aquí fue natural: es descortés no responder cuando alguien pregunta).
Luego ha llegado mi turno de preguntar. Por suerte, él no es una persona introvertida. Es de Kenia, vive y trabaja en Londres como taxista. Y se encontraba ahí exactamente como yo: de vacaciones. Es entonces cuando meto la pata como sólo yo sé hacerlo y le pregunto por la mamá de sus niños. Me contesta que ha muerto. (¡Trágame tierra!). Me disculpo, el hombre dice que está bien, que ya se ha acostumbrado.
Me cuenta con voz tranquila que su esposa murió de hipotermia en el mar cuando la embarcación en la que trataban de llegar a Europa naufragó. Y que él no pudo ayudarla porque estaba ocupándose de salvar a sus pequeños. Me cuido mucho de interrumpirlo. Habla con mucha tranquilidad y en un inglés perfecto, como si estuviera contando la historia de otras personas.
Sé que no se trata de insensibilidad: sólo las personas que han sufrido mucho pueden hablar tan serenamente de su tragedia. Y así voy enterándome que atravesó toda Europa hasta llegar al fin a Inglaterra, que está criando solo a sus dos hijos. Me cuenta con mucho orgullo y amor los logros y travesuras de los pequeños.
Me dice que naturalmente ha sido víctima de actitudes racistas de personas no negras, pero que está muy feliz con su vida y agradecido de Dios y su patria adoptiva.
Dice que los más sabios son siempre los niños, cuando vemos que unos niñitos blancos, buscan a los suyos para jugar. Me muestro de acuerdo.
Le cuento un poco de cómo huyen de mi tierra mis hermanos y cómo mueren en las selvas, en los ríos y en el mar.
El Mediterráneo y el Caribe, dos mares llenos de belleza y de turistas.
También dos tumbas de agua.