Por Héctor Miranda ()
Moscú.- En los últimos días se ha hecho viral en Facebook y Youtube un vídeo en el cual José Contreras, el pitcher cubano que jugó para varias franquicias de las Grandes Ligas y que ganó una Serie Mundial con los Medias Blancas de Chicago, cuenta en qué gastó su primer salario. O mejor, qué hizo con el cheque.
Contreras, quien ya tenía carretera, porque había salido al exterior varias veces con el equipo nacional, guardó en un bolsillo el cheque que le dio su agente, Jaime Torres, sin tener en cuenta que en aquel trozo de papel había una fortuna, y que debía ir con él a un banco a depositarlo, para lo cual debía abrir, antes, una cuenta bancaria.
El otrora lanzador de los equipos de Pinar del Río lo narra todo (el vídeo lo dejo acá para que lo disfruten: https://www.facebook.com/share/p/FRR3mCfKt5FfS1TW/?mibextid=qi2Omg) y a mí no solo me llama la atención que no supiera que aquel cheque era mucho más dinero que todo lo que había ganado en Cuba (y que ganaría), sino la posición que adoptó luego de que el gerente del Banco al que fue, despidiera, por haberlo tratado mal a él, a la chica que lo atendió.
«De acá no me voy hasta que no hables con el hombre y le digas que la devuelva a su puesto», le dijo Contreras a Jaime Torres, que no tuvo más opciones que acompañar al lanzador a que se reparara una injusticia.
Y es que Contreras siempre fue un buen tipo. Lo digo por lo que he visto, por lo que he escuchado, porque una sola vez, a pesar de haber dedicado muchos años de mi vida al periodismo deportivo, sobre todo al béisbol, hablé con él.
Era una tarde de Serie Nacional, y en el Hotel Las Yagrumas, en San Antonio de los Baños, se alojaban las escuadras de Pinar del Río y La Habana -de La Habana campo- para una subserie que comenzaría a jugarse esa noche en el Nelson Fernández, de San José de Las Lajas.
En una mesa, muy cerca de la piscina, se tomaban unas cervezas José Ibar, José Contreras -que entonces era José Ariel- y Pedro Luis Lazo, quien, además, daba cuenta de un habano. Llegué a saludar a Cheo y estreché la mano de los dos pinareños. Cuando me iba, casi al instante, Contreras me ofreció una cerveza que habían acabado de traer.
-Tómate una cerveza, hombre -me dijo.
-Es que estoy trabajando.
-Tomátela, no importa.
Nosotros vamos a trabajar en un rato y nos tomamos unas -insistió.
-Agarré la cerveza, le di las gracias y luego lo vi lanzar en la noche en el Nelson Fernández.
Recuerdo eso ahora, a colación del vídeo, porque Raúl Rodríguez, un colega de profesión que trabaja para Radio Habana Cuba, me contó, hace un tiempo ya, otra anécdota relacionada con Contreras.
Raúl hizo una escala en México. Iba camino a un evento deportivo en algún lugar del continente que ahora no recuerdo, y como iba a estar unas horas en el aeropuerto de la capital mexicana y tenía un encargo de una medicina extraña, de esas que en Cuba no se podían encontrar, decidió salir a caminar por la terminal aérea en busca de una farmacia. Encontró un dispensario y entró y casi detrás de él entraron una mujer y un niño. Eran la esposa y el hijo de Contreras, quien se había quedado afuera.
Raúl se dio cuenta cuando sintió una voz:
-Hey, periodista… ¿cómo están las cosas?
Raúl se volvió y afuera estaba José Contreras. Ya no era el Contreras de Pinar del Río. Incluso tampoco era el de los Yankees o el que fue campeón de Serie Mundial con Chicago. El pinareño quería estirar más su carrera como jugador y se había ido a México a jugar en las ligas de aquel país.
Raúl salió, le dio la mano. Medio tímido, habló un rato con el pitcher, que se interesó por su familia, su salud, por lo que hacía, para dónde iba.
-¿Puedo ayudarte en algo? -le dijo Contreras.
-No. Gracias. Todo está bien.
-No tengas pena -insistió el espigado lanzador.
-Déjame darte un abrazo…
-Venga -le dijo José.
Tal vez hoy, Raúl Rodríguez lamente no haberle pedido una foto a aquel hombre que lo reconoció mientras él estaba en el mostrador de una farmacia y que, en lugar de seguir de largo, se detuvo a interesarse por su vida, por si necesitaba algo.
De estas historias, con grandes estrellas del deporte, hay muchas, pero a mí se me ocurre otra que me contó Raúl, y que tiene a Javier Sotomayor como protagonista.
Raúl caminaba rumbo a cualquier lugar o a uno que yo no recuerdo. De pronto se detiene un auto, baja el vidrio, y aparece Javier Sotomayor, y le hace un gesto con la mano. Raúl se acerca, medio sorprendido:
-¿Para dónde vas? Vamos… te adelanto -le dijo el Soto, ante el asombro del periodista, quien le agradeció y continuó su camino, porque su destino ya estaba cerca.
Cuando aquello, y ya han pasado muchos años, apenas se conocían. Con el tiempo hicieron una gran amistad, pero Raúl no olvida nunca aquel momento.
Son historias pequeñas, anécdotas tal vez intrascendentes, que demuestran que eso de ser buenas personas no es incompatible ni con el dinero ni con la fama. Contreras y Sotomayor dieron unas muestras tremendas.