Por René Fidel González ()
Saniago de Cuba.- Es triste ver a cualquiera ejercer, por la razón que sea, el monopolio del fracaso; pero es muy triste observar cómo en Cuba se sellan y degradan cada día más las condiciones de posibilidad de un futuro minimamente distinto a su negación concienzuda y exquisita, que es vivir en el fracaso, la pobreza y el subdesarrollo al que nos condenan -con nuestros hijos y padres ancianos- como un destino que, sin embargo, ellos han hecho -y harán todo lo posible- por no sufrir.
Es tan doloroso ver cómo, groseramente, mediocres e incompetentes, vanidosos hasta la desvergüenza y mentirosos compulsivos, ellos van abriendo el camino día a día a esos que ahora les adversan en nombre de la sacrosanta libertad, y mucho más aún saber que no van a a dejar de abrir esa brecha hasta entregar finalmente el poder a los que volverán el fracaso de las mayorías el auténtico caos de la impiedad, la hipocresía, la venalidad y del imposible.
Yo sé que cuando lleguen a ello lo harán a sabiendas y con el secreto goce de causarnos, en su derrota, la derrota más costosa y terrible, no ya sólo por la mezquindad y la pasión pervertida del odio, sino también por la creencia, muy probablemente no infundada, de que así no vamos a poder juntar las fuerzas suficientes para encausarles penalmente, primero por traidores a la Patria, luego por corruptos.
En Cuba cuesta muy caro escribir o decir las pequeñas verdades que nos escupe la impotencia cada día, pero hay entre todas ellas una que se abre paso indetenible de cualquiera de nosotros, a través de cualquiera de nosotros, a los otros: no estamos solos y somos la mayoría.