Tomado de MUY Interesante
Descubre en exclusiva un extracto del primer capítulo de “Historia de la masonería en España”, escrito por Eduardo Montagut y publicado por Pinolia. Y sumérgete en el misterio de su verdadera esencia.
Madrid.- La masonería en España es un fenómeno histórico que ha atravesado siglos de existencia, marcados por la controversia, la persecución y la influencia en los movimientos sociales y políticos del país. Su origen se remonta al siglo XVIII, cuando las primeras logias comenzaron a formarse, principalmente por comerciantes y militares extranjeros. La primera logia conocida fue “La Matritense”, fundada en Madrid en 1728. Sin embargo, la masonería no tuvo una existencia orgánica en la España del siglo XVIII, enfrentándose a la oposición de la Inquisición española y las bulas papales que prohibían su práctica.
La masonería en España ha sido tradicionalmente asociada con movimientos liberales y progresistas, y sus miembros han incluido a intelectuales, políticos y figuras destacadas de la sociedad. A lo largo de su historia, la masonería ha enfrentado momentos de tolerancia y de represión, reflejando las tensiones políticas y sociales de cada época. En el siglo XX, durante la dictadura de Franco, la masonería fue duramente perseguida, y muchos de sus miembros fueron encarcelados o ejecutados.
Hoy en día, la masonería en España continúa siendo un tema de interés y debate. Aunque ya no enfrenta la persecución del pasado, todavía existe cierto misterio y malentendido en torno a sus prácticas y objetivos. La masonería moderna en España se esfuerza por promover valores de fraternidad, igualdad y libertad, manteniendo un perfil discreto pero activo en la sociedad.
Para aquellos interesados en profundizar en la rica y compleja historia de la masonería en España, proponemos en exclusiva al lector un extracto del primer capítulo del libro “Historia de la masonería en España”, escrito por Eduardo Montagut y publicado por Pinolia. Este trabajo ofrece una mirada detallada y bien documentada sobre la evolución de la masonería española, desde sus inicios hasta su papel en la sociedad contemporánea.
La masonería se define a sí misma
Para intentar definir qué era la masonería y qué era ser masón en el tiempo que nos hemos marcado en este libro hemos creído conveniente acudir a sus textos porque nos aportan lo que ella misma consideraba que era, y plantear los matices y variantes que se presentaron porque, aunque todas las obediencias o potencias masónicas se basan en un tronco común, ofrecen interpretaciones que varían en algunos puntos, o que aportan más que otras a la hora de las definiciones.
«El Gran Oriente de España en sus Constituciones de 1871, cuando se iniciaba la etapa de tolerancia hacia la masonería, definía a la misma de la siguiente manera:
La masonería tiene por objeto la perfección de los hombres […], la masonería que reconoce y proclama la autonomía del individuo, es una sociedad pacífica que realiza una misión humanitaria y civilizadora. En su consecuencia, todo masón deberá ser también un ciudadano pacífico, de honrada y moral conducta, que acate todos los poderes públicos que se hallen legalmente constituidos. Los masones no deben, como tales, mezclarse ni tomar parte en conspiraciones contra la paz y bienestar de la Nación, procurarán ser corteses con las autoridades, y sostener y amparar en todas ocasiones los intereses de la hermandad, trabajando por la prosperidad de la patria; no perdiendo de vista que todos los hombres son hermanos y que la masonería ha florecido siempre con la paz, y sufrido mucho en su marcha y desarrollo con las guerras y el derramamiento de sangre. Por esta razón la Orden Masónica ha contado en su seno, en todas las épocas y en todos los pueblos, con los hombres más eminentes é ilustrados, que han tenido á gloria pertenecer á una asociación que responde, con la práctica de grandes virtudes, á la calumnia y malquerencia de sus émulos y adversarios».
En 1884, el mismo Gran Oriente de España, con Juan Téllez Vicén —destacado veterinario, catedrático y político republicano federal— como gran maestre adjunto e interino de la masonería simbólica española, publicó sus Constituciones, donde se definió la masonería. Esta definición apenas variaba de la establecida años atrás, al igual que la definición de un masón.
Según estas Constituciones del Gran Oriente de España, un masón tenía que regirse por un estricto régimen de conducta personal, pero también en relación con la vida pública, con la vida profana, en favor de la colectividad y sin entrar en conflictos con los poderes establecidos. Pero, además, los masones debían ejercer la tolerancia:
«Los masones de cualquier país, sea cual fuere la creencia religiosa y el culto que profesen, son miembros de una Gran Familia, como es una la especie á que pertenecen y el globo que habitan; así el masón se halla obligado á practicar la más pura moral, respetando las creencias de todos los hombres; á no obrar jamás contra lo que le dicte su conciencia, y á juzgar los errores y debilidades del género humano, más como el que trata de corregirlos que como quien pretende censurarlos y castigarlos, siendo tolerante y esforzándose en probar con sus actos y ejemplar conducta la superioridad de sus doctrinas; de donde se deduce que el hombre, sea cualquiera la religión y el culto que profese, puede pertenecer á la Orden Masónica siempre que reconozca como principio generador y Juez Supremo al Gran Arquitecto del Universo, practique los sagrados deberes de la humanidad y viva léjos de toda clase de fanatismos ó intransigencias. De este modo la masonería es el centro de unión de todos los hombres de conciencia y de razón y el lazo que une en cariñosa amistad á los que, de otro modo, por sus preocupaciones y errores, quedarían separados á perpetua distancia».
La Gran Logia Regional Catalana definía al francmasón en 1886, al constituirse, de la siguiente manera:
«Francmasón es aquel que, reuniendo las condiciones exigidas y después de llenar las formalidades indispensables, es admitido como miembro de la Orden por la iniciación é inscrito como tal en el cuadro de obreros efectivos de una logia regular, y en el registro general de la potencia ó autoridad de que esta dependa. Su número es ilimitado. Unidos por los vínculos de la solidaridad y de la fraternidad, los masones se dan entre si el nombre de hermanos. En todas las circunstancias se deben mutuo é incondicional apoyo y protección. Deben socorrerse moral y materialmente, con toda decisión, aun con peligro de su vida».
Una cuestión muy importante en masonería era y es que estamos hablando de una sociedad u organización iniciática, es decir, que solamente se puede pertenecer a la misma después de cumplir unos requisitos y ser iniciado. Transcribimos lo que, al respecto, decía la última obediencia citada: «La iniciación es lo único que da derecho á la vida masónica».
Pero las definiciones de masonería podían variar, aunque no de forma sustancial, solamente planteando matices. Así pues, las Constituciones de la masonería española subordinada al Gran Oriente Lusitano Unido (1870) la definían del siguiente modo:
«La Franc-masonería es una institución esencialmente filantrópica, filosófica y progresiva que tiene por objeto el estudio de la moral universal, el de las ciencias y las artes, el ejercicio de la caridad y la extensión de la luz para realizar el bien».
Aunque también:
«Intenta mejorar la condición material, moral é intelectual del hombre, procurando aumentarle los medios de realizar su perfección y la de sus semejantes».
Asimismo, especificaba el principio de tolerancia:
«Considera la libertad de conciencia y de pensamiento como un derecho inherente á la personalidad humana, y por tanto á nadie excluye por sus opiniones y creencias».
Fundamental parecía, a su vez, que desarrollara aún más esta idea en el siguiente artículo:
«Considerando como hermanos á todos los hombres, cualquiera que sea su nacionalidad, religión, creencias y posición, no reconoce distinción entre libres y esclavos; y prohíbe terminantemente en su seno toda discusión acerca del dogma de toda religión positiva, y de conducta y fines de cualquiera partido político, cuyas discusiones alteran la cordialidad que debe reinar entre hombres unidos por un mismo pensamiento».
De la misma manera, planteaba el respeto a las instituciones:
«Acata y respeta las leyes del país en que vive, procurando modificar las que se opongan á sus fines, en virtud de esas lentas y sucesivas reformas, hijas del convencimiento, de las transformaciones en el espíritu público, y de la modificación de las costumbres, cuyas revoluciones son seguras, estables y tranquilas».
Esta obediencia plasmaba en sus Constituciones el lema masónico fundamental: «Su lema es libertad, igualdad, fraternidad, justicia y tolerancia». ¿Y qué medios empleaba la masonería para trabajar, para lograr sus fines? Este Gran Oriente lo plasmaba muy claramente, de nuevo, en sus Constituciones:
«Los medios de que se vale para realizar sus altos fines, son: la instrucción por medio de la palabra y la prensa, enseñando á sus semejantes sus obligaciones y derechos como individuo, como parte integrante de la familia y como ciudadano, ejerciendo la filantropía por cuantos medios estén á su alcance para mejorar la condición física del hombre aumentando su bienestar; con la práctica de las virtudes, infundiendo entre todos los hombres el amor, fraternidad, tolerancia y respeto mutuo que únicamente puede hacerles dichosos y felices».
En estrecha relación con estos medios estaba la glorificación del trabajo, un principio eminentemente masónico:
«La masonería considera el trabajo como una necesidad imperiosa de la vida humana, y por lo tanto proscribe de su seno al vago y al holgazán».
Por su parte, el Gran Oriente Nacional de España en su Cuerpo de Derecho Masónico Español (1880) consideraba que:
«La Franc-masonería es un sistema de filosofía práctica que promueve la civilización, ejerce la beneficencia y tiende á purificar el corazón, á mejorar las costumbres, mantener el honor en los sentimientos y la cultura en los modales».
Pero, además, hacía un análisis del término francmasonería:
«El nombre de Francmasonería está compuesto de la palabra franco, ó sea libre, y masón, ó sea constructor; habiéndose tomado el símbolo de la construcción como signo de civilización universal sin distinción de razas, opiniones ni creencias en todo el género humano, para distinguirle del de la destrucción que dominó en las instituciones opresoras de los hombres».
Por otro lado, afirmaba el carácter discreto, pero no secreto ni ilícito, de la masonería:
«El Orden Masónico no es asociación pública ni secreta, sino privada para el mutuo trato, la mutua instrucción y socorro. […] La reserva exigida en ella es la que se impone á los sujetos de honor y buena educación en el trato privado, sin que se reconozca secreto alguno que se obligue á ocultar á las autoridades cuando procedan con arreglo á las leyes».
Y se insistía en que la masonería española, habida cuenta de las persecuciones sufridas y de los malentendidos sobre la misma:
«No usa cifras, signos ni otros emblemas para ocultar sus pensamientos ó propósitos, cuya propagación fía, por el contrario, al régimen de publicidad garantido por todo Gobierno bien ordenado».
La masonería, por fin, consideraba que la verdad era fundamental y que el cultivo de la virtud era casi como un culto. En este sentido, recurrimos a Eduardo Caballero de Puga, acreditado masón como ya hemos expresado, para orientarnos en esta cuestión, a través del libro que publicó en 1883 llamado Datos biográficos del sexto gran maestre gran comendador del Grande Oriente Nacional de España y apuntes para la historia contemporánea de la Orden Masónica:
«Y no hay más que una verdad, como no hay más que una virtud, sin adjetivos, pues en eso se diferencia de otras instituciones la institución masónica. Otras instituciones recomiendan la moral, poniéndola en provecho propio un adjetivo; pero desde el momento en que la moral ó la virtud se ponen al servicio de una institución cualquiera, no es moral ni virtud, pues no puede haber abnegación y sacrificio, y en esa abnegación y sacrificio de cada uno es donde ha de buscarse el provecho de todos».
En 1900 el teósofo y masón José Vidal, desde Menorca, publicó un artículo en el número del 31 de mayo de Las Dominicales del Libre Pensamiento, donde se definía a la institución y se la defendía de las críticas que recibía, especialmente desde la Iglesia. La argumentación de Vidal se basaba en varios puntos. En primer lugar, resaltaba la antigüedad de esta, y cómo en esa larga historia había prestado servicios o aportado beneficios a la humanidad, tanto en el plano social como en el político y el humanitario. Las acusaciones a la masonería como responsable de innumerables regicidios, sublevaciones, robos, homicidios, etc., serían falsas. Los masones ni eran asesinos, ni regicidas, ni ladrones, ni, por fin, magos.
El problema era que, ciertamente, los masones empleaban procedimientos que podían parecer extraños a los que solamente los conocían de referencia, pero que eran muy serios y exentos completamente de ridiculeces. El fin de la masonería no se había conseguido aún, aunque Vidal consideraba que estaba próximo a realizarse, pero exigía la reserva con los profanos.
Algunos de los preceptos y objetivos de la masonería sí se podían hacer públicos, pues explicaba que en su seno recibía a quienes de «incondicional amor a la humanidad» se sentían animados, y solamente se exigía honradez y moralidad. No se preguntaba al profano cuánto tenía, sino quién era y qué deseaba. Entre sus miembros podía haber emperadores, príncipes y nobles, pero también menestrales de la ciudad y braceros del campo, es decir, que se admitía a todos independientemente de su condición social, todos con igual valor y en la proporción que pudieran.
La magna obra de la masonería se dividía en tres fines: el primero sería el «socorro material» de la humanidad que sufría; el segundo de los objetivos tenía que ver con la enseñanza empleando la razón, de la «humanidad que ignora»; y el tercero se refería a la libertad en todos los ámbitos (material, intelectual y religiosa) de la «humanidad esclava». Esos fines serían nobles y demostrarían la «elevada conducta de los masones», pero para los católicos serían, en su opinión, «horribles delitos». Como la Inquisición ya no actuaba y carecía de poder, se empleaban otros medios como la difamación y la excomunión contra ellos.
Definiendo la masonería
Las definiciones que hemos visto sobre masonería y sus miembros, dadas por la propia institución, tendrían que ver con el contexto en el que esta nació en el Siglo de las Luces. La masonería es hija o compañera de la Ilustración, cuyos pilares compartiría. En primer lugar, la razón debía regir a la Orden y a sus miembros en su vida, tanto dentro de la institución como en la vida profana, es decir, fuera de la masonería. Además, la masonería se fundamentaba bajo el principio del perfeccionamiento personal de sus integrantes, así como en el progreso, es decir, en la necesidad de que ese perfeccionamiento personal alcanzase al conjunto social. En consecuencia, con estos valores, los masones se regirían por una acusada defensa del trabajo sin aspirar al descanso, una idea que podría parecer enraizada en el calvinismo, pero que, en realidad, se alejaba de esta corriente religiosa para entroncar también con la Ilustración.
La masonería vendría a ser una escuela de moral, pues defendió siempre que existían principios morales que debían cultivarse en favor de la civilización. La Orden debía contribuir a establecer claramente la diferencia entre el bien y el mal, y fijar el concepto de justicia. En conclusión, fomentaba el estudio y la enseñanza, pero también la beneficencia.
Definir qué es masonería no es nada fácil si no queremos caer en los tópicos tradicionales sobre ella, muchos de ellos impregnados con un marcado cariz negativo fruto de una larga historia de prejuicios, desconocimientos nada inocentes y repeticiones de tópicos. Una acepción neutral aparece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, que define a la masonería como una «asociación universalmente extendida, originariamente secreta, cuyos miembros forman una hermandad iniciática y jerarquizada, organizada en logias, de ideología racionalista y carácter filantrópico». Así parece que (aunque con algunas excepciones importantes) la masonería está extendida por todo el mundo; en su origen fue secreta, aunque hoy prefiere definirse como discreta; es, ciertamente una hermandad porque sus miembros se consideran hermanos entre sí y se llega a ella a través de un proceso de iniciación y un rito de paso para aceptar a quien hasta ese momento es un profano en la sociedad masónica. Y, por fin, se basa en la razón y es marcadamente filantrópica, porque buscaría el bien de las personas de forma desinteresada.
En conclusión, la masonería tiene tres principios básicos: libertad, igualdad y fraternidad. Por lo tanto, sus misiones u objetivos son la consecución del bien general, la búsqueda de la verdad, el estudio de la conducta del ser humano y el trabajo interior de cada uno de sus miembros con el fin de mejorar como personas y de mejorar a la sociedad profana. Estos objetivos se consiguen mediante el trabajo a través de símbolos, especialmente del ámbito arquitectónico y constructivo, ya que el masón es un obrero, un albañil.