Por Laritza Camacho ()
La Habana.- A veces me recojo y desde mi ventana abierta (ojos, cerebro, corazón), echo un vistazo a lo que me rodea. Encuentro de todo y todo me sirve para crecer. Es complicado y necesario.
Me gustaría que el viento fuerte soplara para agruparnos, pero bien sabemos los cubanos (expertos en huracanes de todo tipo) que el viento dispersa.
Igual pasa con el sol fuerte: reúne a unos cuantos en la sombrita hasta que se hace pequeña y nadie más puede cobijarse, o los que están a la sombra empiezan a discutir por su mejor pedazo.
Cada cual por su lado… eso veo desde mi ventana. ¿Malo? Simplemente real. Es una etapa.
Parece que no pasa nada y pasa. La gente ha tenido que aprender a pensar desde el civismo, con cabeza propia, y pensar y cambiar siempre arrastra contradicciones.
Unos han perfeccionado la coacción, la sutileza de «te tengo en mi tela de araña a ti y a los tuyos, no te muevas, soy el poder». Mientras los elefantes siguen llamando a los otros elefantes para mecerse en el «frágil» tejido de la araña pero no para cantar como los niños, sino para romperlo. Tiene que romperse porque no es una buena tela; ha demostrado ser sólo una buena trampa.
Entender que los argumentos son personales pero la razón es común, cuesta trabajo y habrá que seguir acomodando cargas si queremos ganar.
Levantar la voz en tiempos de murmullos es un acto de fe.
Que el poder sepa que yo no estoy de acuerdo es importante porque, cuando hable en mi nombre, sabrá que miente.
La libertad y los derechos ciudadanos no son palabras que admitan grises: son o no son.
Sin embargo, la valentía si tiene muchos matices. Yo respeto todas las valentías y asumo las mías propias. La libertad, la verdad y la justicia lo merecen.