RECONSTRUCCIÓN

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Por Tania Tasé ()
Berlín.- El 29 de junio de 2017 hubo una tormenta muy fuerte en Berlin.
Mi parque estuvo cerrado dos semanas porque era peligroso que las personas camináramos por él. Recuerdo que escuchaba espantada todo el tiempo el sonido de las motosierras y los buldózers. Cuando lo reabrieron y al fin pude pasear por él, no daba crédito a mis ojos: más de un tercio del total de los inmensos árboles quedó reducido a tocones. Lloré sin consuelo, como si se tratara de amigos mutilados, incompletos, desaparecidos…derrotados por un poder superior a sus fuerzas para vivir, para florecer, para cobijar.
En esa época yo soñaba con traer a mi familia a vivir acá, me mataba trabajando, luchaba cada hora extra de trabajo y ahorraba cada centavo como el ser más avaro del planeta. Soñaba dormida y despierta: imaginaba a mi nieto Jose agarrado a mi mano, mientras yo le mostraba cada árbol, cada flor, cada ardilla y cada ave de mi parque. Juro que lo veía cerrar los ojos para poder concentrarse en los mil olores distintos de las plantas en esta época. Es algo que no se puede traducir en palabras a ningún lenguaje humano. Ahí ni la poesía alcanza. Cuando sentía que no podía más, que las fuerzas y la energía no me bastaban para resistir los trabajos bestiales que yo hacía en ese momento, escuchaba su voz bajita comiéndome a preguntas y… seguía.
Esa tormenta y mis árboles cercenados me dieron un duro golpe: llegué a pensar que no lograría mi anhelo de poner fin de una vez y por todas a la maldición eterna por generaciones en mi familia: distancia y separación. Pero soy muy terca y aunque era muy deprimente para mí, seguí caminando cada día por este parque maravilloso en lugar de viajar con el Bus. En todas las estaciones del año.
Puede ser una imagen de árbolDe los viejos tocones nacieron retoños que se convirtieron también en árboles. Tomaron todo lo bueno de los viejos y se hicieron fuertes, sin abandonarlos jamás. Y así también recuperé mi esperanza y seguí luchando por mi sueño. Tan duro trabajé aprendiendo de los árboles y sembrándome yo misma en esta tierra que lo logré: ya el parque es tan mío como de Jose.
Y ahora este niño maravilloso escucha a los árboles y a las criaturas que los habitan.
Ayer, 27 de junio, siete larguísimos años después de la tristeza, hubo otra tormenta y he visto caer también a los retoños de los tocones. Otros se mantienen en pie.
Ya no me entristecen los caídos, he comprendido que renacerán otra vez, y se reconstruirán. Traerán de vuelta la vida, la esperanza y el canto.
Como nosotros mismos, después de cada tormenta. Bebiendo de la tierra madre.

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