ACTO DE ÚLTIMA VOLUNTAD (TESTAMENTO PÚBLICO)

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Por Manuel Viera ()
La Habana.- Algún día tendré que salir de Cuba, lo haré sin dejar raíces detrás, ni siquiera dejaré mis hojas caídas. Cuando lo haga será porque ya lo habrán hecho mi mujer y mis hijos.
Me habré ido y que nadie diga que buscando sueños o por problemas económicos. Me habré ido por lo que se han ido millones de cubanos en más de seis décadas: por incompatibilidad política, por negarme al absurdo, por resistirme a ser exclavo.
En Cuba no dejaré nada y solo podré dejarle a los cubanos de bien mucha letra vaga, ideas de futuro, ejemplo, valores y la sombra de un camino por transitar pero ya habré comenzado a labrar.
A la tierra que amo la añoraré. Cuba siempre será parte de mí, allí estará mi cubania siempre, aún cuando, de un plumazo, los obtusos pretendan borrarla. Pero a Cuba no regresaré más. No regresaré a mi madre mientras la libertad sea falsa, mientras las soluciones sean alertas y discursos, mientras la felicidad sea teatral, trillada e impuesta.
No regresaré más mientras los derechos sean obligaciones con mordazas y valga más un cubano «afuera» que un cubano adentro. A Cuba no regresaré más mientras no exista futuro, mientras se prefiera una tierra vacía y arrasada a una tierra contenta y próspera.
Si muero en el extranjero sin ver una Cuba de cuatro letras, no me devuelvan a ella. Que mis cenizas no sean jamás comunistas, que mi espíritu no vague en tierra de falsos profetas.
El día que Cuba sea libre de todo mal, el día que el pueblo no emigre buscando sonrisas, el día que vuelva a existir amor y orgullo por ser cubanos, el día que cada cubano se sienta hijo de Marti y no de fraudulentos pitonisos, el día que la historia sea al derecho y no al izquierdo, ese día me devuelven a mi tierra para descansar en ella para siempre.