Por Jorge Fernández Era ()
La Habana.-
—¿No crees que se les va la mano con los reconocimientos?
—¿Lo dices por lo de «Mujer de Ciencia» que se le acaba de otorgar a Lis Cuesta?
—Ese es más comprensible. No debe ser fácil para el «dictador de su corazón» llegar a casa y que su mujer lo increpe por concentrar sobre sí todos los epítetos y altisonancias. El error está en el concedido a Canel por «su labor científica y humana».
—¿Error por qué?
—Porque hubiera sido más inteligente proclamar Doctor Honoris Causa a quien se le ocurrió el tamaño disparate de entregarle similar condición al compañero Lazo. Ya eso constituía el acontecimiento científico del año.
—Al presidente de la Asamblea Nacional había que premiarlo de algún modo, por sus aportes a la Teoría del Reflejo Condicionado. Transformó el concepto de pluralidad en unánime instinto de elevar la mano para aprobar cualquier cosa. El esfuerzo intelectual que tal hazaña implica era la cúspide de su carrera. Designarlo además presidente del Consejo de Estado provocó un cortocircuito en su ya exigido entendimiento. Pero ahí está, al frente de otra tarea, como si no pasara nada.
—Es que no pasa nada.
—Pareciera que sí. ¿No es ese un enorme reto?
—¿Me estás diciendo que hay que premiar al presidente porque con él pasa mucho menos?
—¡Cómo dices! Nunca, oye bien, nunca, mandatario de país alguno pasa tanto por la televisión. Debíamos darle a nuestro presidente, en aras del pleno desarrollo de su carisma, un programa de participación…
—¿«La neurona tranquila»?
—…donde pueda desarrollar a plenitud su capacidad para comunicarse con las masas. Cuando hablo de «masas» me refiero a la cualidad del primer secretario del Partido de potenciar el intercambio con el pueblo, pues resulta «el mejor tiempo empleado».
—Para alguien que esté desempleado. Pero él…
—«Las palabras que se escuchan desde el verbo individual integran un sentimiento colectivo dicho de diversas maneras, pero distinguidas por la emoción, esa que brota cuando se habla con el corazón de lo bueno y lo no tan bueno, pero antecedidas del “aquí estamos guapeando”».
—No sé qué pueda tener de científica la guapería.
—La «guapería» no la identifica con la acción propia del hombre pendenciero y perdonavidas, sino con la de aquel que pone el pecho a las dificultades. «Cada paso hacia adelante que se dé hoy en Cuba entraña gran valor porque, como ha reflexionado en más de una ocasión el presidente, los tiempos son difíciles».
—Los tiempos son difíciles no porque lo reflexione él, sino porque cada vez que flexiona sus cuerdas vocales los pone peor. ¿Cómo va a decirle a un centenar de lugareños: «Ustedes tienen que defender Guáimaro como lo defendieron los mambises»? ¿Y si de pronto esa gente se alza machete en mano a exigir una nueva Constitución?
—Hay que dejar brechas a la poesía.
—Sobre todo cuando los periodistas intentan superar a los dirigentes. Inmejorable lo que leí el otro día: «Puede que no tengamos ahora electricidad suficiente, pero Cuba es una fuente de energía». Será porque, de continuar los apagones, tendrán que dar mucha leña.
—«Las batallas cubanas contra los demonios de las dificultades se están ganando con la fórmula de adaptar el pensamiento a los tiempos que corren».
—Los tiempos se detienen, tanto como el pensamiento. ¿No te parece que el trofeo que le regalaron al presidente se parece demasiado al Girasol de la Popularidad que entregaba la revista Opina en la década de los ochenta?
—No es casual. En estos premios trabaja la neurociencia en función de la subconciencia.
—Para bien de la nesciencia (que es ignorancia, necedad, falta de ciencia o conocimiento) y en detrimento de la paciencia nuestra.