Tomado de MUY Interesante
Julian Assange, el responsable de este célebre portal, ha sido abandonado por sus aliados en los medios, pese a que su papel ha sido clave en la historia del periodismo.
México DF.- Si un alienígena llegara a la Tierra y se entretuviera leyendo la prensa, pensaría que el WikiLeaks de 2016 no se parece en nada al de 2010, cuando su fundador, Julian Assange, fue propuesto para el Nobel de la Paz. Ese año, el portal publicó miles de documentos militares y diplomáticos clasificados en colaboración con unas cuantas cabeceras internacionales, lo que puso en evidencia los lamentables contubernios de Estados Unidos.
Muchos declararon que Assange había salvado la otrora noble profesión periodística y recordaron a los medios su responsabilidad democrática de vigilantes del poder. Hoy las cosas han cambiado mucho. Sus aliados se han ido desvinculando de este ciberactivista australiano, entre ellos el periodista Glenn Greenwald, la escritora Naomi Klein y el mismísimo Edward Snowden, que reveló los programas de vigilancia masiva de la Agencia de Seguridad Nacional de EE. UU. Así, se argumenta que su negativa a revisar los documentos que filtra para, por ejemplo, eliminar datos sobre agentes encubiertos es irresponsable. Pero lo que más ha deteriorado su entorno social ha sido la publicación de los correos de Hillary Clinton, cuyas revelaciones beneficiaron a su rival, Donald Trump.
Unos le acusaron de peligroso, egomaníaco, capaz de trabajar con Putin para hundir a EE. UU.; otros, de entregarle el trono a Trump solo para castigar a Clinton. Todo el mundo entiende que su vendetta contra esta última tiene que ver con su encierro en la embajada de Ecuador en Londres. Lo que parece escapar a los medios es que este es la consecuencia de su participación en el Cablegate de 2006, cuya fuente era un soldado entonces llamado Bradley, hoy Chelsea Manning.
Assange consideró que los informes eran demasiado importantes para publicarlos solo, y llevó a The Guardian, The New York Times o a Der Spiegel a colaborar en un proyecto conjunto que cambiaría el periodismo para siempre. De todos ellos, solo Assange era “parte de una conspiración para obtener información de manera ilegal”. Las operaciones que hizo WikiLeaks para facilitar el acceso a la información y proteger a la fuente son delitos bajo la ley de fraude y abuso informático, suficientes para deportarlo a EE. UU. en cuanto pise la calle. Así que es justo celebrar un proyecto que nos ha devuelto la fe en los medios, pero que ha costado muy caro a su protagonista.