Por Rolando Díaz (Cineasta)
La Habana.- Cuando decidí ponerle nombre a mi próxima película “Adiós, Cuba”, fue precisamente porque estaba sintiendo el ahogo que me produce ver cómo La Nación Cubana se desangra. Los recientes casos de Alina Bárbara López Hernández, Jenny Pantoja y Demián Rabilero me vuelven a estremecer.
Desgraciadamente lo mismo le sucede a Gloria Hernández (nombre supuesto) a Fernando López (nombre supuesto) o a Juana González (nombre supuesto), sólo que ellos (imaginados pero REALES) no tienen visibilidad alguna.
Disentir, discrepar, discordar, divergir… Son términos que nacieron cuando uno de los primeros pitecantropus erectus se mostró inconforme porque otro (u otra) de su propio origen, le sugirió que la forma en que frotaba dos palitos, no era lo suficientemente intensa como para provocar el fuego. Desde ese entonces los humanos discrepan. Cortar de raíz la opción de disentir, de pensar distinto, fulmina la evolución y decapita la Nación… qué diría el Padre Félix Varela de estos desmanes.
Es terrible saber que una definición tan simple haya despertado tan tarde en mucho de nosotros. Desde los inicios de la Revolución Cubana en todos los frentes imaginables que determinan la existencia de una sociedad sabemos que disentir ha sido penado. Lo sabemos. En el Cine desde “PM”, pero en política, economía, historia, condiciones meteorológicas, ciencias en general y en la cola de la bodega disentir supuso, cuando menos, la desconfianza en la persona que ejercía un criterio diferente, que si iba a más, podría terminar llevándole a la cárcel. Así ha sido y es. Nada de lo que está sucediendo, es nuevo.
Siempre recuerdo el corto de ficción de mi amigo Enrique Colina “El Unicornio”, en el que un burócrata se prepara en casa para asistir a una reunión clave en su trabajo, pero cuando va a salir a la calle, se percata que no puede ir porque no encuentra por ningún lado su Opinión Propia.
El Gran Poder Dictamina: Debemos permanecer todos uniformados; uniformados en el pensamiento, uniformados en la desgracia, uniformados en el criterio único del partido único, de “líder único”, de las sensaciones únicas… porque si discrepas… El sempiterno enemigo lo utilizará en su provecho… ¡Qué triste farsa!