Por René Fidel González ()
Santiago de Cuba.- Si la mayoría de los cubanos, agobiados y casi insensibles por lo que es, lamentablemente, nuestra cultura política y las urgencias de la catástrofe que vivimos como sociedad, tuvieran la posibilidad de escuchar el último audio de Alina Bárbara López Hernández, difícilmente sería algo de interés o realmente importante.
Entre ellos, aquí o lejos, una sofisticada minoría lo resolverá todo desde un categórico: ella se lo buscó.
Escuchar audio acá:
Y sin embargo, hay aquí un testimonio directo y típicamente concreto del enorme e ilimitado poder que nos condena a los cubanos todos a la exclusión política y al bucle de subdesarrollo en que estamos atrapados.
Es un testimonio, también, de la debilidad de ese poder. No son síntomas de debilidad lo que se pueden entender de estos actos y su muy probable saga judicial y punitiva.
La existencia actualmente de cientos de hombres y mujeres cumpliendo sanciones por motivos políticos en Cuba es la manifestación más plena y al mismo tiempo peligrosa de esa debilidad. Ningún poder fuerte ha necesitado hacer tal cosa jamás.
Entre un(a) agente policial sudoroso, violento e inconfesablemente excitado que obedece instrucciones, un superior de cualquier rama del poder que recién afeitado, pulcro y bajo el clima delicado, perfumado y agradable de su oficina ordena, consiente o tolera actos como este y cualquiera de nosotros y la posibilidad de ejercer nuestras libertades y derechos, existe una delgada línea que nos une.
Ella está hecha a partes iguales de la responsabilidad de unos y la siempre cambiante y elusiva a la ética complicidad de la mayoría de nosotros, estemos dentro o fuera de Cuba, pero esa explicación no trata en ningún caso de actos aislados, personales o aleatorios, sino de la delineada organización y orientación de un sistema político.
Después de todo para un sistema político de este tipo, sus actos públicos o perceptibles, incluso estos, son en realidad un denso y oscuro velo tendido para ocultar su propósito, extensión y real eficacia, y las auténticas claves de su sobrevivencia y capacidad de reproducción y éxito a sus destinatarios: los excluidos.
Los excluidos no podrán plantear realmente el conflicto contra las estructuras que organizan y sustentan la exclusión política hasta que no les opongan sus propias estructuras.