Por Jorge Sotero ()
La Habana.- La última disertación del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, en su podcast llamado Desde la Presidencia, deja una vez más un mundo de interrogantes, porque unos creen que el mandatario, impuesto por Raúl Castro, vive en un mundo paralelo e irreal, o es un mentiroso compulsivo, con mitomanía congénita.
Como en los programas anteriores, para verlo de principio a fin hay que tener un estómago fuerte, probado contra todas esas cosas que dan asco, pero si la orientación es escribir sobre lo que dijo, no queda más remedio que asumirlo.
Para el mandatario, lo de la Bancarización era algo así como el proceso lógico al que había que llevar a un país donde nada funciona, y mucho menos todo lo que tiene que ver con internet, pagos electrónicos, digitalización. Para él, la fruta estaba madura y solo había que recogerla. Esa puede ser la primera y gran mentira.
En Cuba, donde nada funciona, salvo la represión y la manipulación, no estaban creadas las condiciones para llevar adelante la Bancarización. No estaban cuando iniciaron el proceso, ni lo están ahora, y todo este tiempo solo consiguieron crear más malestar entre la población, sobre todo en aquellos que están más abajo y sufren más para todo.
Aunque el castro-canelismo insista en digitalizar, en la mayoría de los lugares el dinero contante y sonante tiene prioridad. En La Habana, por ejemplo, la mayor parte de las mipymes prefiero el billete de papel, y le pone límites al dinero digital. En las charcuterías, por ejemplo, solo reciben cuatro mil pesos por transferencia y para el resto tiene que ser con billetes amontonados, unos sobre otros. De lo contrario no te venden.
Y conseguir dinero, papel moneda, para tenerlo en el bolsillo, es una odisea, que puede ser parte de la estrategia gubernamental para mantener a las personas entretenidas en cosas que no tengan que ver con la política, traducido en la posibilidad de un cambio en Cuba.
En Cuba no hay cajeros. En La Habana puedes caminar decenas de cuadras sin encontrar uno. A veces ni los de los bancos funcionan, o no tienen dinero. Y cuando hay plata, las colas son enormes, a veces de hasta cuatro horas y más.
En el interior es mucho peor. Hay cabeceras municipales donde no funciona ni un cajero, y vale aclarar que estos equipos, en su mayoría, fueron adquiridos de segunda mano, razón por la cual se rompen constantemente. Todo eso sin contar que allende la capital cubana los apagones están a la orden del día y ya sabemos lo que estos generan, o provocan.
Aun así, Díaz Canel y sus acompañantes, el ministro de Economía y la ministra presidente del Banco Central, se cansaron de hablar de las bondades del proceso, cual si ellos, en lugar de dirigir o administrar en Cuba, lo hicieran en Alemania, Suiza o Noruega.
Estos personajes no cambian, y como aprendieron que al pueblo hay que manipularlo, no pierden tiempo. Porque ellos creen que la población les cree siempre, les tiene fe, y como mentir no cuesta nada, sueltan todas las que se les ocurre. Y lo hacen así, con total tranquilidad, porque no hay nadie que los controle, nadie que les diga en la cara que mienten, nadie que ponga en peligro sus cargos.
Así funcionan los gobiernos totalitarios: pueden decir lo que quieran, mentir cuando se les ocurra, y no pasa nada. Todo va a estar bien, sobre todo para ellos, porque para el resto es cada vez peor, cada día tienen más problemas para sobrevivir, porque el gobierno -su supuesto gobierno- en vez de facilitarle las cosas, se las complica cada vez más.
Ya veremos hasta cuándo dura esto, hasta cuándo el cubano resiste la extenuante situación que vive, o hasta cuándo permite que personajes como estos sigan decidiendo por ellos.