Tomado de Historias de la Literatura
La Habana.- A Valle-Inclán le gustaba inventar historias exageradas e inverosímiles.
Cuando quedó manco, contó en una tertulia de café, que estando en su palacio de Galicia, su sirviente le comunicó preocupado que no había carne para cocinar un estofado.
Miró al sirviente, le pidió que trajera un cuchillo carnicero de la cocina, remangó su camisa y señalando su brazo dijo: «¡Corta un buen trozo de esto! En esta casa nunca va a faltar la comida».
La realidad, es que Valle-Inclán perdió su brazo durante una discusión.
Fue con el crítico Manuel Bueno en el café de la Montaña de Madrid.
Bueno le propinó un bastonazo en el brazo izquierdo y el gemelo que el escritor llevaba en la manga se le incrustó, provocándole una gangrena que obligó a la amputación.
Versiones posteriores, indican que tal operación no se debió al gemelo, sino a una fractura ósea que no podía tratarse en la época.
Valle-Inclán, no guardó ningún rencor a Manuel Bueno. A la vuelta al café madrileño, le dijo: «Tranquilo, el brazo de escribir es el derecho».
En otra ocasión, en presencia de Jacinto Benavente, se jactó de su invalidez comparando su manquedad con la de Cervantes. Benavente, le tuvo que recordar que el origen de su situación no tuvo la misma nobleza: «Vamos, Ramón, que eso no fue en Lepanto».