CUBA: UN NIÑO CON HAMBRE

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Por Ricardo Acostarana ()

La Habana.- Hay un niño que camina todas las tardes desde su casa en alguna parte de La Víbora, hasta alguna parte de El Vedado.

Eso supone, aproximadamente, unos seis kilómetros y medio de recorrido. Para una persona promedio, con un paso promedio, supone un viaje de aproximadamente una hora con 40 minutos, lo que supone, aproximadamente, unos 10 mil pasos.

Un niño de nueve años que camina sin saber exactamente hacia dónde, pero que sabe cómo llegar a El Vedado, no es una persona promedio.

Un niño que camina esa distancia mientras juega con su pelota rosada, que la tira al aire y contra el piso, no es una persona promedio.

Un niño que camina desde alguna parte de La Víbora, hasta alguna parte de El Vedado, y no para verse con sus amiguitos o con algún familiar, no es una persona promedio.

Un niño que camina desde la Víbora hasta el Vedado para pedir dinero para comer, para intentar llegar a comprar dos o tres pizzas de las de 200 pesos, no es una persona promedio.

El niño estudia en la escuela primaria Jesús Hernández Alfonso de la Víbora, o eso me dijo. Está en cuarto grado y le gusta las ciencias naturales. Sale a caminar de lunes a viernes cuando regresa de la escuela. Los viernes llega a El Vedado más temprano porque las clases solo son hasta mediodía, o eso me dijo.

El niño no coge guagua, no sabe qué guagua se coge hasta el Vedado y dos pesos son dos pesos, o eso me dijo.

El niño camina despacio, con la cabeza escondida y las manos entreabiertas. Entre el dinero que recoge, ondula la frontenis rosada y las dos o tres pizzas que lo hacen tomar el tamañazo que tendrá de lunes a viernes, incapaces de competir con la frase lapidaria de Perito Moreno, tan parecida a un país con forma de frontenis rosada:

¡Un niño con hambre no puede escribir la palabra pan!

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