LA HISTORIA DE CLAUDE MONET EN EL CÓMIC

CURIOSIDADESLA HISTORIA DE CLAUDE MONET EN EL CÓMIC

Tomado de MUY Interesante

La obra y la viuda de Claude Monet, especialmente durante la época en la que residió en Giverny, han llamado la atención de los historietistas que, desde diferentes ángulos, la han plasmado en el cómic  ¿Has leído alguno de ellos?

Madrid.- Es posible acercarse a la obra del maestro francés fuera de los libros de arte. En el mercado del cómic franco-belga, el subgénero de biografías protagonizadas por pintores es grande. Se publican al menos 59 sagas, muchas de ellas compuestas hasta por una decena de álbumes.

Monet ejecutando El desayuno en la hierva, en Monet, nómada de la luz

Monet ejecutando El desayuno en la hierba (1865-1866); en Monet, nómada de la luz (2017), de Salva Rubio y Ricard Efa. Foto: Le Lombard / Norma Editorial.

Destacan las historias que giran en torno a los artistas galos; entendiendo “lo francés” en su sentido más inclusivo y chovinista, que permite tildar como tales a figuras como PicassoDalí o Chagall, cuyas carreras están marcadas por su pertenencia a las diversas vanguardias parisinas. Abundan las adaptaciones centradas en pintores vinculados más o menos al grupo impresionistaVan GoghRenoir, Cézanne, Lautrec, Degas, Gauguin y, evidentemente, Claude Monet.

¡Monet, qué ojo!

Sin duda, el primer título que es obligado mencionar es Monet, nómada de la Luz (2017), cómic escrito por Salva Rubio y dibujado por Ricard Efa que publica la editorial Le Lombard, y que cuenta con una edición española a cargo de Norma Editorial.

La primera sorpresa de este álbum es el prólogo de Hugges Gal, director de la Fundación Claude Monet y del Museo de Giverny. En él se evoca la famosa frase de Cézanne sobre la pintura del creador de Impresión, sol naciente (1872): “Monet es solo un ojo. Pero, Dios mío, ¡qué ojo!”.

Quizá por ello, su acción se inicia en un momento aterrador para el pintor, su operación de cataratas: teme que el cuchillo quirúrgico de los oftalmólogos sea lo último que pueda ver. Una página muestra el procedimiento, en el que había que mantener el ojo abierto, los nervios bien templados, y observar cómo la punta se cernía sobre el globo ocular para hacer un corte en su superficie, a sabiendas de que esas incisiones no siempre salían bien.

La operación de cataratas de Monet, en Monet, nómada de la luz

La operación de cataratas de Claude Monet; en Monet, nómada de la luz (2017), de Salva Rubio y Ricard Efa. Foto: Le Lombard / Norma Editorial.

Con los ojos vendados, a la espera de que la herida cicatrice, Monet rememora la gran búsqueda de su vida: la luz. El título de esta novela gráfica resume a la perfección dicha búsqueda, una suerte de “nomadismo” en busca de esta fugaz presa por lugares tan distintos como París, Rouen, Londres o Venecia, y sin duda se inspira en la definición de Guy de Maupassant sobre Monet, al que tildó “no de pintor, sino de cazador, dedicado a atrapar la luz en diferentes momentos del día y con diferentes efectos, en cinco o seis lienzos con el mismo tema”.

Efa y Rubio, evocando Las Meninas de Velázquez (1656) y otros grandes lienzos en los que el pintor se retrata en su obra, deciden incluir a Monet en algunos de sus cuadros más relevantes. Dicho recurso se emplea en numerosas viñetas de esta novela gráfica, en obras como Vista de Rouelles (1858), primer paisaje conocido de Claude Monet. La genialidad de esta versión radica en el encuadre de la viñeta, que es ligeramente más amplio que el del óleo de referencia, lo que permite situar al pintor y su caballete en el punto exacto del campo desde el que fue pintada la obra. Sin duda, un extraordinario guiño a la pintura au plein air practicada por el grupo impresionista.

Este juego de espejos entre el pintor y su obra aparece en la doble página dedicada al óleo Desayuno sobre la hierba (1865-1866), en la que se muestra a Monet paseando entre sus modelos. Efa introduce el concepto de tiempo en su interpretación del lienzo, utilizando para ello un recurso gráfico propio del cómic, que consiste en la representación de la misma figura de forma repetida y en las diversas posiciones necesarias para dar a entender al lector que ejecuta una acción.

El desayuno sobre la hierba, de Monet

Con este cuadro, Monet buscó reaccionar al cuadro del mismo nombre (El desayuno-El almuerzo sobre la hierba) de Manet. Foto: AGE.

Toda la obra está realizada con color directo, con unas soberbias calidades pictóricas a partir de sucesivas capas de gouache que evidencian la fascinación que el historietista siente por la estética del impresionismo; aunque es en las recreaciones de obras de Monet donde mejor se aprecia la calidad del trabajo de Efa, capaz de acercarse al universo estético del maestro sin traicionar su propio estilo.

Nenúfares, pero negros

Otro trabajo interesante publicado en 2019 por Dupuis es Nenúfares negros, también con una edición española de Norma Editorial. Se trata de la adaptación al cómic de una novela negra; en concreto, el best seller homónimo de Michel Bussi, convertido en guion de cómic por Fred Duval e ilustrado por Didier Cassegrain. La historia transcurre años después del fallecimiento del pintor, aunque su figura y obra están muy presentes en toda la trama. Como en toda novela policiaca que se precie, la acción gira en torno a un asesinato; pero en lugar de suceder en cualquiera de los entornos habituales de este tipo de obras, acaece en la idílica Giverny, que tantas veces inmortalizara Monet en sus lienzos.

Un cadáver aparece flotando en el río. Es Jérome Norval, un acaudalado personaje local, obsesionado desde hace años con sumar una pintura del maestro del impresionismo a su estupenda colección de arte. Poco a poco, se extiende el rumor de que el móvil de su muerte es económico; concretamente, la consecución de una muy valiosa obra desconocida de Monet, que permanece oculta en algún lugar del pueblo desde la lejana fecha de su deceso. Dice la leyenda local que, al sentir cerca su muerte, el maestro impresionista tomó el pincel por última vez y, para plasmar su angustia, utilizó un color desterrado de su paleta, creando una obra singular que da título a la novela y al cómic: Nenúfares negros.

La cuenca con nenúfares sin sauces, mañana, Monet

La cuenca con nenúfares sin sauces, mañana, de la serie de Ninfeas de Monet. Foto: Album.

En esta historieta es obligado destacar el dibujo de Cassegrain, que es en sí mismo un homenaje a la pintura como disciplina. Consciente del peso de Monet en esta historia, decide realizar cada viñeta como si fuera un cuadro. Tras un primer esbozo a lápiz para encajar las formas básicas de las figuras, trabaja la imagen mediante diversas capas de pintura acrílica, y remata su labor con lápices de color o pastel. Sin embargo, su enfoque es diametralmente opuesto al de Efa. Cassegrain ilustra una historia policiaca que, paradójicamente, transcurre en un “edén” contemporáneo. Por ello, el tono del relato no siempre cuadra bien con el luminoso aspecto de las Grandes Decoraciones, lo que lleva al ilustrador a buscar otro tipo de soluciones gráficas. Así, hay escenas exteriores realmente idílicas, en las que la huella de los gigantescos lienzos de nenúfares en el estanque está más que presente en su dibujo; pero hay otras mucho más oscuras, en las que abundan los tonos parduzcos y grisáceos, en las que Cassegrain toma como referente la pintura de Honoré Daumier.

Un cuadro, un edén

Una tercera monografía interesante es Monet: un arc-en-ciel sur Giverny (2019), con guión de Jean-François Miniac y dibujo de Fabrice Le Hénanff. La historieta está publicada por OREP Éditions, una editorial especializada en temas relacionados con Normandía.

Portada de Nenúfares negros y Monet, un arc-en-ciel-sur Giverny

Portadas de Nenúfares negros, (izquierda) y Monet, un arc-en-ciel-sur Giverny (derecha). Fotos: Dupuis / Norma Editorial y OREP Éditions.

En ella, se muestra con claridad la dualidad existente entre la dureza de la vida de Monet y la versión idílica de la realidad en sus lienzos. Los autores son conscientes de que Giverny es el proyecto que le permite conjugar ambos mundos; o, como bien dice Mauricio Baros Townsen, “es la forma en la que Monet consigue convertir la realidad en un cuadro, del que ya no es necesario salir”.

Miniac nos muestra a un anciano Monet que, desde la seguridad de su refugio de Giverny, aprovecha la visita de su amigo, el crítico de arte Arsène Alexandre, para evocar recuerdos sobre un modo de entender la pintura que está a punto de desaparecer. Cada escena que rememora la azarosa vida pasada de Monet culmina con una viñeta de la apacible Giverny.

La casa de Giverny se muestra por tanto como un microcosmos para habitar, creado por el pintor que deviene en demiurgo. El historietista no pierde oportunidad de dibujarla con todo detalle; pero, además, incide en esta misma idea de otra forma mucho más sutil.

Le Hénanff elige una gama cromática distinta para cada uno de los ocho capítulos de esta novela gráfica. Curiosamente, la casa de Monet en Giverny cuenta con este mismo número de estancias; y como es sabido, cada una de ellas posee una gama cromática bien diferenciada. Así, el primer capítulo está realizado en tonos azulados, como el llamado “pequeño salón azul”. Otro se ilustra en tonos verdes, como los muros de la habitación de Alice. Hay un capítulo lleno de reflejos dorados y amarillos, como el gran comedor, etc. Por otro lado, Le Hénanff construye imágenes plenamente realistas, que se alejan de las diferentes síntesis gráficas propias de la bande dessinée franco-belga. Para ello, utiliza como punto de partida de su trabajo la abundante documentación fotográfica que existe sobre Monet en Girverny. Toma una infinidad de detalles de la fotografía, y los traslada al cómic. Por ejemplo, muchas de las fotografías muestran lienzos en ejecución, y el historietista decide reproducir las piezas inacabadas, ofreciendo así una visión poco común y novedosa de las pinturas del artista. Sin traicionar nunca este referente fotográfico, dibuja y aplica el color consiguiendo un grafismo lleno de poesía que, sin serlo, recuerda poderosamente a las fotografías coloreadas con anilinas de finales del siglo XIX y principios del XX.

Monet, desde su casa en Giverny, rememora el origen del Impresionismo

Monet rememora los orígenes del movimiento impresionista; en Monet, un arc-en-ciel sur Giverny (2019), con guion de Jean-François Miniac, y dibujo de Fabrice Le Hénanff. Foto: OREP Éditions.

Existe una última monografía de 2016 dedicada a Monet, incluida dentro de la colección de biografías en cómic de grandes pintores de la editorial Glénat. Se trata de una obra bastante convencional, con guion de Frank Secka y dibujo de Vincent Gravé; sin embargo, contiene un hallazgo en el guion que hace que merezca la pena su lectura.

Los autores dejan de lado al Monet impresionista para centrarse de forma casi exclusiva en la época de las Grandes Decoraciones. En la historieta, un galerista neoyorquino acude a comprarle obra. Se interesa por las últimas, que considera de una modernidad abrumadora. Se evoca así al Monet más vanguardista, influencia evidente de los grandes pintores abstractos norteamericanos de posguerra. En la línea de Paloma Alarcó en su libro Monet y la abstracción, Secka pone en boca del pintor reflexiones teóricas en las que se aboga por prescindir del tema, desdibujar las formas y reducirlo todo a la luz y el color.

Como guinda del guion, se cita la anécdota de Wassily Kandinsky en la exposición impresionista de Moscú de 1895, cuando contempla por primera vez los cuadros de almiares de Monet. No fue capaz de reconocer el tema del lienzo y, sin embargo, seguía fascinado por la luz y el color de los cuadros; intuyendo de este modo, y por primera vez, todas las posibilidades del arte abstracto.

De ratones y pintores

Para finalizar, es obligado citar los cuatro volúmenes de la colección Musnet (2016-19), escritos y dibujados por Kickliy y que edita Dargaud. Esta saga posee las virtudes de las clásicas historias de aventuras, lo que permite que la disfrute el público de cualquier edad.

En ella se narran las aventuras de un joven ratón de campo que lucha por convertirse en el mejor ratón pintor de la historia. Finalmente, recala en el jardín de Giverny, donde consigue un empleo con Remi, una ardilla pintora que le enseña los fundamentos más clásicos de esta disciplina. Un día, husmeando en la casa, descubre la obra de Monet y queda extasiado con su abrumadora modernidad; pero, por desgracia, también él es descubierto por el gato del pintor, que no duda en perseguirlo para convertirlo en su cena…

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