Adalixis Almaguer
Miami.- Cuando entré a la carrera de periodismo, lo primero que me enseñaron es que yo no soy la noticia. Luego, en Teoría de la Comunicación, hablamos de cómo la saturación de un contenido provoca -en todos los casos- rechazo. Regla infalible.
En casi todas las materias, el tema de la objetividad era punto sine qua non. Premisa indispensable, nos decían. Me enseñaron un montón de cosas más. Querían enseñarme tanto que Georgina Martí daba las clases de historia por el Programa del Partido, y Redel Frómeta Noa y yo, por ausencias, la llevamos a Mundial. ¡Querían catequizarnos tanto!
Y sí, ya sé que desde mi época a inicios de siglo se están cumpliendo los planes de producción creciendo respecto a etapas precedentes, con el ahorro de las materias primas y los portadores energéticos, mientras se eleva el nivel de educación y concientización de la masa trabajadora y se abren oportunidades al mercado local. Quizás desde antes de mi época ya era así.
Pero coño, que los periodistas son cada vez más un equipo de relaciones públicas, cuya única función es hacer quedar bien o parecer bien lo que ustedes saben.
No vamos a hablar del compromiso con la verdad, pero por lo menos que los disparates de la prensa sean mejor dichos, elaborados con mejor factura, que cada vez es más difícil creerles.
