Por Boris González Arenas
La Habana.- La elección de Claudia Sheinbaum para Jefa de Estado es tan digna de celebración como lo fue la elección de Obama en Estados Unidos por el extraordinario valor simbólico de ver al frente del Estado a representantes de sectores discriminados, brutalmente antes, y significativamente en el presente. La población negra estadounidense en el caso de Obama, y las mujeres mexicanas en el de Sheinbaum.
Eso, claro, no significa que sea una elección correcta. Para mí, lo fue en el caso de Obama, pero está por ver si lo será en el de Claudia Sheinbaum. Ha habido elecciones tremendamente simbólicas en aspectos similares que se han saldado con la elevación al poder de verdaderas crápulas, como la elección de Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia.
La futura presidenta de México es la elección de Andrés Manuel Lopez Obrador, populista, desatado y charlatán. Obrador ve llegar el final de su período con una alta popularidad que le ha permitido hacer presidenta a su elegida.
Está por ver si entre las virtudes de AMLO está la de tener buen ojo para distinguir una estadista en el grupo de sus afines, y luego, para dejarla dirigir.
Desconozco cuál será la suerte de Claudia Sheinbaum, pero celebro que millones de mujeres mexicanas comprueben que se puede ser algo más que mujeres sometidas por los hombres y, en los peores casos, dada la alta tasa de feminicidios del país, asesinadas.
