Por Carlos Cabrera Pérez
Madrid.- La excelente actriz y profesora Corina Mestre Vilaboy (La Habana, 1954 – 2024) acaba de morirse cuando más la necesitaba el tardocastrismo en su papel de Ana Lasalle, látigo de sus compañeros en la era miliciana; pero a la que superaba por sus dotes propagandísticas, que aprendió de jovencita en la Dirección Política del Ministerio del Interior, en su sección de Propaganda, que empezó a funcionar en la casona del Cristino Naranjo, luego sede de la Casa Central de la institución represiva.
Un repaso a reacciones emocionales y politizadas de sus deudos, de ambos lados de la bronca cubana, empezando por las del presidente Miguel Díaz-Canel y el repentista ministro, coinciden en omitir su antigua condición de propagandista del MININT, que ejerció en recientes puestas en escenas para machacar a perseguidos del 27N y otros avatares.
Yunior García, uno de sus últimos perseguidos, no le guarda rencor y alumbró Facebook con la brillantez de su pensamiento y la nobleza de espíritu que demanda la Cuba de pasado mañana: “Nuestro último encuentro fue como enemigos declarados. Fue duro. A pesar de ello, no celebro su muerte. (…). Sé que hizo muchas cosas contra mí, incluso después de mi salida de Cuba. Y aun así, no le reprocho nada”.
Ya es demasiado tarde -que cantaban Clara y Mario- para que la propaganda cubana desacralice la historia, empeñada por mandato del comandante en jefe en cambiar todo lo que deba ser cambiado para trazar un hilo que conecte el machete mambí con la proa del Granma.
Corina Mestre vivió combinando sus buenas dotes dramáticas y su capacidad pedagógica con sus afanes totalitarios; como muchos otros personajes de los totalitarismos, incluidos los nazis; eficaces propagandistas, y aquellos cosacos ideológicos de la Revolución de Octubre. Nadie es soldado al nacer, pero los caminos de las revoluciones envilecen a unos, matan a otros y arrinconan a muchos.
Ni siquiera sabemos de qué murió la buena actriz y malvada guardiana de las esencias castristas porque, en las noticias actuales, hay tanto déficit informativo, que lo aprendido en las escuelas de Periodismo apenas sirve, porque la ideología woke ha arrasado con la buena crónica y la original fórmula de qué, quién, cuándo, dónde y por qué; mientras la Inteligencia Artificial ya viene llegando para robotizar y desalmar la crónica.
Descansa en paz Corina; como la libertad consiste en la angustia de elegir, los cubanos sensatos y generosos se quedarán con el recuerdo de tus actuaciones y clases dramáticas; menospreciando al Gobbels telúrico que te poseía y que convertía las reuniones de la UNEAC, y otras puestas en escenas, en dramas de tu mala maña.
