LA HISTORIA DETRÁS DE LA FOTO (XXXII)

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- ¿Se acuerdan de aquello de que «el último apague El Morro»? Pues creo que ni eso habrá que hacer, porque anoche el popular castillo que se construyó para defender a la ciudad y cuyo faro señala la entrada de la bahía de La Habana, estaba apagado.

Estaba apagado todo el malecón, y allá, a lo lejos, se veía apagado El Morro. No sé ustedes, pero yo nunca vi el faro apagado, ni en los peores momentos del llamado eufemísticamente período especial. Incluso ni cuando la tormenta del siglo, con aquellas olas gigantescas que alcanzaban la parte de la linterna del referido faro.

Pero anoche estaba apagado. Y el malecón lucía lúgubre, y ese hálito de belleza que siempre le da a la capital el flash de la luz de El Morro, se perdió.

En todo el Malecón solo había un edificio encendido. Solo una construcción mostraba al habanero, y al forastero que llegó hasta el litoral, su alarde de luces impecables: el Hotel Paseo del Prado.

Esa parte de La Habana, concurrida, con una cantidad enorme de población, con edificios ruinosos que amenazan con caer sobre las cabezas de quienes lo habitan, y cuyas amenazas a veces se cumplen, estaba en silencio, castrada por la falta de electricidad, y el mal llegaba hasta El Morro.

Aunque los que dirigen se preguntarán que para qué tanto lío con El Morro si ya por ahí no entran barcos, y menos de noche.

El que tiene que estar encendido es el hotel, porque en el se hospedan unas decenas de extranjeros, y esos valen más que el famoso faro, que las tradiciones y que los miles de cubanos de los alrededores. Así de sencillo, y quien no quiera entenderlo, es su problema.

 

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