Por Observatorio De Derechos Culturales ()
Bayamo.- En 2017 destacaba el valor del periodismo local, en ese entonces al servicio del discurso oficial. Señalaba lo dañino de verlo como algo peligroso “que va contra el país, contra las instituciones”. En la Cuba de 2024, ¿cuál sería el periodismo válido?
«Antes de 2017, pasé cursos en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Había recibido los Ciber-Mambí 1, 2 y 3, me había preparado profundamente en activismo en redes sociales. Estuve en el BlogazoXCuba, en la Universidad de Matanzas, un evento que organizó La Joven Cuba. Tenía todos los conocimientos para trabajar en el ecosistema digital cubano. Creía posible una comunicación horizontal y una democracia digital en internet entre gobernados y gobernantes. Aposté por todo eso, fui uno de los multiplicadores de ese proceso de enseñanza en la emisora donde trabajé.
Todos sus periodistas recibieron cursos de capacitación conmigo, igual hice con una parte de dirigentes y profesionales de la provincia. Gracias a mis resultados de trabajo participé en encuentros en Las Tunas, Camagüey, Granma y Santiago de Cuba. Con una ingenuidad colosal, pensaba que todos esos contenidos que había aprendido en los diferentes cursos tenían que reflejarse en la práctica como criterio valorativo de la verdad, como concreción de todo lo que había aprendido, y me puse en función de hacerlo posible.
Elaboré la estrategia de comunicación en internet de la emisora, colaboré en su preparación en las emisoras del sistema radial santiaguero. Me convertí en un activista y un teórico apasionado de lo que yo creía que era posible lograr. Pensaba en un periodismo local inteligente, en lo analógico y en lo digital, con investigación, con creación, que pudiera confrontar a las instituciones, generar denuncias a favor del bien común, hacer realizaciones periodísticas con calidad y que no estuvieran sujetas a las reglas de los poderes locales.
Fui fundador y web máster de www.radiogritodebaire.cu durante diez años. Se alcanzó el Premio a la Excelencia Digital en la provincia Santiago de Cuba. También resultó premiado en los festivales provinciales y nacionales de radio y nominado en 2014 a la Primera Convención Internacional de Radio y Televisión.
Creía en todo eso con una ingenuidad colosal. A partir de 2018 me convencí de que era imposible, porque si miras cómo funcionan las ramificaciones del Partido Comunista en Cuba desde el municipio hasta la nación, te das cuenta de que hay un departamento ideológico en cada uno de esos niveles determinando las líneas editoriales. Es ahí donde está el talón de Aquiles, pues sus funcionarios te dicen el qué, pero también te imponen el cómo, y finalmente son los que deciden si lo que tú haces está bien o está mal, si es publicable o no. Los periodistas están en un callejón sin salida, no pueden realizar investigación con las implicaciones éticas que lleva, porque, en última instancia, quien decide si eso es publicable o no son los departamentos ideológicos de los burós municipales y provinciales del PCC en estrecha alianza con los servicios especiales.
Cuando el periodismo está sujeto a esa cuerda es imposible que pueda ser un periodismo de creación al estilo de José Martí, de Alejo Carpentier. El periodismo cubano, el periodismo local, es más bien un instrumento de propaganda de los departamentos ideológicos de los municipios y provincias.
Creí en una comunicación horizontal en internet a partir del momento en que todas las emisoras de radio tuvieron presencia en redes sociales, en portales web, en blogs. Llegué a proponer la creación de un espacio que llamamos Blogosfera Santiago, donde pensé se podía armar una blogosfera oriental integrada por todos los municipios de la provincia, donde dirimiéramos los principales problemas y filtráramos noticias con abordajes desde el periodismo de investigación, como mecanismo de presión sobre las instituciones, compulsándolas a funcionar con más eficiencia y calidad. Fui de los que aposté a la 2.0, a la 3.0. Mi blog lo liberé de la moderación de comentarios, pues consideraba que el mensaje no era solo el que proponía, sino que, a partir de la información que se compartía, todas aquellas personas que participaran y aportaran eran parte también de la información, y el que leía se quedaba con lo que creyera más oportuno, no solo lo que se generara desde la 1.0, es decir, el mensaje que yo proponía como coordinador del blog.
Imagínense un blog en Contramaestre o redes sociales como Facebook con esas características. Todo lo que se desencadenó sobre mí fue tremendo, porque los directivos no entendían la 2.0 ni la 3.0, exigían que se moderaran los comentarios, que no se aprobaran los que fueran contra las instituciones. Yo consideraba que, si estábamos hablando de un ecosistema democrático, participativo, horizontal, ese no era el camino. Entendí otro mensaje fundamental, y es que aquellas personas que están ubicadas en los departamentos ideológicos no tienen la preparación suficiente para entender la comunicación social y política en Cuba, no tienen una cultura deliberativa para entender cómo funciona todo eso. Por tanto, es imposible que en 2024 tú puedas exigir una comunicación política a las instituciones que tenga en cuenta las redes sociales y blogs, a líderes de opinión, escritores, artistas que puedan influir sobre las audiencias.
Comprendí definitivamente, entre 2018 y 2020, que no podría concretar lo aprendido en proyectos sostenibles a largo plazo. Sobre mí se ejerció una censura implacable, no había forma de escapar a las presiones y amenazas. Entre esos límites abortó lo que mi ingenuidad soñó como herramienta cultural en manos del pueblo. Recuerdo que hice un par de entrevistas a Iroel Sánchez y a Harold Cárdenas —tuvieron connotación, aparecen en mi libro Cuba en el alma—, con el objetivo de dialogar sobre la necesidad de una comunicación horizontal en la red, de plantearse un periodismo inteligente, crítico, democratizar internet, que las personas pudieran expresarse y que los poderes locales pudieran trabajar con esas opiniones y concebir sus políticas sociales, económicas, culturales, a partir de los estados de opinión generados. Era llover sobre mojado, porque existía una institucionalidad política dogmática, estrecha, que asumía la comunicación en términos de 1.0 y no podía traspasar los límites de una cultura que aceptara la 2.0, la 3.0, la 4.0 como elementos fundamentales de estos tiempos.
No podía seguir con esos sueños. Incluso recuerdo que publiqué un texto, “Hacia una ciber democracia en red”, donde concebí, con la preparación que había recibido, todos aquellos elementos que creía debían tenerse en cuenta para lograr el gobierno digital y llegar finalmente a una comunicación horizontal.
Ahora, en 2024, las redes sociales son el espacio por excelencia para expresar opiniones y construir los mapas temáticos presentes en el tejido social cubano. El periodismo que se haga hoy en Cuba debe tenerlas en cuenta como fuentes, es algo que le cuesta muchísimo trabajo reconocer al periodismo oficial, porque hay una actitud de demonización de las redes sociales, no se tienen en cuenta voces líderes, influencers, nada. Ese periodismo válido tiene que empezar por ahí, lo otro sería un periodismo de investigación al margen de las instituciones, del oficialismo, que pueda realizar su trabajo, presentar sus resultados y generar respuestas.
Otro elemento importante es la creación de una red de periodistas y activistas con carisma, miles de seguidores, que pudieran convertirse en líderes de opinión, sin depender, para existir, de la aprobación del PCC. Pero si eso no tiene el visto bueno de la última instancia política del poder, no es posible imaginarlo en las condiciones actuales de Cuba. Mientras esto suceda no podrá hablarse de influencia sin superar las fronteras que lo limitan y tener su propia autonomía, gestionarse con calidad y estar en función de las audiencias, y no en manos de unos ideólogos que no lo dejan existir.»