LEONI TORRES

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Por Luis Rodríguez Pérez
Quivicán.- El apóstol Pablo sufrió mucho por causa de su amor al Señor Jesús. En una ocasión, cansado de los ataques e incomprensiones de sus hermanos y sin una gota de orgullo, sino mostrando una indiscutible realidad, escribió: «De aquí en adelante nadie me cause molestias, porque yo llevo en mi cuerpo las marcas (cicatrices) de Jesús.» (Gálatas 6:17).
¿En qué beneficia a mi Patria, si de la Patria hablamos, el halagar o atacar, humillar o ventilar públicamente mi criterio sobre algo o sobre alguien? Sobre ese filtro es que debiera surgir nuestro derecho a opinar.
Este es un camino muy difícil, todos los días aprendemos. Muchas veces me he arrepentido de algo que he publicado, y otras tantas que he escrito no han visto la luz, han ido a parar a la Papelera de Reciclaje.
¿Quién soy? ¡Nadie! ¿Cuál es mi alcance? Muy poco, casi nada. Pero estoy en la obligación de responder por los intereses sobre la libertad de mi Patria.
¿Qué es más importante, mi ego, mis sentimientos apasionados, lo que creo que es mi grano de arena, mi espada o lo que verdaderamente le es necesario a la Patria?
El desaliento anda por las calles de Miami queriendo devorar a mis patriotas. Y pareciera que la lucha, después de libres los cubanos, será aún más encarnizada. Andan muchos, con el mentón empinado y la mirada altanera alimentando su orgullo con filetes grasos de mi Patria. Muchos andan de brazos con una Cuba hermosa y fiera, como una amazona de cabellos largos; mientras, la Cuba nuestra se nos escapa descalza, nos la bebemos cada día como una infusión de raíz amarga.
Estar en el exilio no es malo. Es un hecho, que no ha existido un exilio más comprometido y hermoso que el exilio cubano. Por eso la Tiranía gasta millones en penetrarla, dividirla; la necesita viva, pero humillada. No es malo llegar al exilio y libres por primera vez laborar por un futuro digno. Lo malo es confundir, exilio, con medalla. No hablo mal del exilio, repito. ¿Cómo hablar mal de ellos, si están librando las mejores batallas? Es el tiempo de ellos, son las circunstancias; ya nos tocará y nos está tocando a nosotros, morir.
Me llamó, Maria Cristina Garrido:
– Leoni Torres cantó el himno nacional en el estadio de pelota de Miami -le dije.
– ¿En el mismo estadio donde me contaste que no dejaron a la gente entrar con pancartas? -me preguntó.
– Sí -le respondí- y se quitó la chaqueta y mostró un pullovers con el letrero: Patria y Libertad.
– ¡Coño, qué bueno! -exclamó- Eso es lo importante.
Después, me llamó Angélica:
– Amor, Leoni Torres cantó el himno nacional en el estadio de los Marlins -le dije.
– ¡Qué bueno, amor! ¿Y la gente, cómo reaccionó, cómo está el ambiente? -me preguntó.
– Y no sólo cantó el himno -le dije alegre- Cuando terminó, se quitó la chaqueta, arrancó una pegatina que tenía el pullover y dejó al descubierto un letrero grande que decía: Patria y Libertad.
Angélica, no habló. Del otro lado de la línea, la sentí llorar.
¡Qué nadie las moleste, porque ellas llevan en su cuerpo, las duras cicatrices de la LIBERTAD!

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