IGUALDAD ENTRE LA HABANA Y EL CAMPO: ¿Y LOS APAGONES?

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFEIGUALDAD ENTRE LA HABANA Y EL CAMPO: ¿Y LOS APAGONES?

Por Jorge Sotero ()

La Habana.- Si a usted le dijeron alguna vez que todos los cubanos somos iguales, devuélvale la frase al que se lo dijo y, de paso, coméntele que mintió, que no hay igualdad alguna entre los habitantes de este país, que no la hubo ni la habrá, que todo forma parte del juego político del castrismo.

Desde siempre, La Habana fue diferente al resto del país, y los encargados de dirigir no se preocuparon jamás por reducir las diferencias entre Cienfuegos, Guantánamo, Camagüey o las Tunas y la capital. En la ciudad cabecera siempre fue diferente. Jamás el reparto fue más o menos equitativo.

En tiempos de supuesta bonanza, que nunca hubo en realidad, en la capital se podía encontrar cualquier cosa, entre ellas el pan liberado. Hablo de los años 80, cuando en provincias solo podías comprar un cuarto de pan y nada más. Si eres joven tal vez no lo recuerdes, pero pregúntale a los cincuentones de la casa y te dirán.

Carlos III y más tiendas de La Habana comienzan a vender en dólaresEn La Habana había tiendas en divisas antes que en ningún lugar de Cuba, el transporte público funcionó en algún momento con más o menos acierto, pero en el campo los viajes eran a base de fe, porque el transporte pasaba cuando dios quería.

Los mejores restaurantes, los mejores cines, la inmensa mayoría de los teatros, la casi totalidad de los hoteles, eran patrimonio de la capital. Hubo siempre una deferencia, que todos tomábamos como lógica, y hacía que cada cubano tomara el camino de la capital, como lo toman hoy hacia Miami.

La Habana era el primer punto para los migrantes. Incluso, hubo momentos en los cuales tener documentos de capitalino, a menos que te hubiera traído el partido comunista como empleado o funcionario, era casi una odisea. Si eras mujer, podías venir como amante de un pez gordo, y entonces te daban hasta casa. Y si eras policía, al menos podías estar hasta que te encontraras una veterana necesitada de un cuerpo joven y se las arreglaba para legalizarte.

Con el tiempo, las diferencias se hicieron más marcadas. Con la última gran crisis, la actual, generada por las políticas económicas de los Castro-Canel, la diferencia entre la gran urbe y todas las ciudades y pueblos del interior se convirtió en un barranco insuperable.

Desabastecimiento de tiendas en divisas preocupa a los cubanosLas tiendas de La Habana venden cosas: carnes, harinas, pescado, yogurt, galletas, detergentes, aceites, y las del interior, si acaso, algún jabón de producción nacional, con más peste que olor, y aceitunas y cebollas en conservas.

En el campo, en algunos lugares, jamás venden papel sanitario. Eso está reservado para los habaneros y los de las cercanías de Varadero. En Cumanayagua, los habitantes se adaptaron a lavarse tras las deposiciones y los guajiros se limpian con hierbas, tusas o nea de plátano. Así sin más.

Sin embargo, las más marcadas diferencias llegaron con los apagones. Los gobernantes encontraron la justificación perfecta: ciudad grande, más personas, más hospitales, embajadas, universidades y becas, por lo tanto hay que protegerla. Y así lo han hecho: en La Habana, donde vivo, no se va la corriente en las noches. Y a veces muy poco por el día.

Aunque se les olvidó decir otras cosas: en La Habana viven todos los dirigentes importantes, entre ellos la familia real -los Castro- y todos sus cortesanos, comenzando por el seboso de Manuel Marrero y el subnormal y mentiroso de Miguel Díaz-Canel. Esa es una de las causas por las cuales en la capital no quitan la corriente. Las otras forman parte del cúmulo habitual de mentiras del castrismo.

Iberostar, la “Torre K”, el próximo Hotel 5 estrellas en La HabanaSin embargo, hay otra, no menos importante: si se levantan en Baracoa y comienzan a tocar calderos, serán cuando más tres o cuatro mil personas. Y todo se resuelve con un juicio ejemplarizante y 10 o 12 años de sanción -dictados por tribunales corruptos- a los instigadores. Pero si tocan calderos en La Habana, es diferente.

Una revuelta en la capital puede ser la última. Y los castristas son hijos de puta, pero no bobos y saben que eso tienen que evitarlo a toda costa. Por esa razón, hacen que a los guajiros del campo se los coman el calor y los mosquitos en noches larguísimas sin corriente, pero se aseguran que el habanero -o el emigrado que viven en la urbe- duerma a pierna sueltas.

Es un ardid, otro más de la cúpula gobernante, para ganar tiempo, para seguir con su proceso de eternización en el poder. Y como siempre, paga el más débil. Por eso a mí que no me vengan a hablar de igualdad.

Check out our other content

Check out other tags:

Most Popular Articles

Verified by MonsterInsights