Por Alina Bárbara López Hernández ()
Matanzas.- Este sábado, 18 de mayo -día en que realizo un acto de protesta cívica mensual-, será la víspera del aniversario de la caída en combate de José Martí, uno de los patriotas e intelectuales más éticos y comprometidos que ha dado nuestra historia.
Mi determinación este mes era honrarlo en el Parque Central de La Habana, donde se yergue su estatua, algo que, como es conocido, me fue impedido el pasado 18 de abril mediante un acto inconstitucional de brutalidad policial ordenado por Seguridad del Estado. Sin embargo, no será posible que viaje fuera de Matanzas en estos días. Desde el pasado domingo tengo una rotura en el registro sanitario de mi apartamento. Las personas que residen en los primeros pisos de un edificio, como es mi caso, imaginarán la complicación enorme que esto me ha ocasionado.
De modo que mi acto cívico tendrá lugar mañana, entre 9 y 30 a 11 a.m., en el Parque de la Libertad de Matanzas, lugar al que he acudido en esa fecha desde hace más de un año. Allí colocaré una ofrenda floral al Apóstol.
Las demandas que hago son cada vez más urgentes en un país donde la vida se ha convertido en un acto doloroso, traumático y desesperanzado; y donde el gobierno (o quienes lo dirigen), no solo no logran revertir la tendencia al desastre, sino que pretenden ignorarla al intentar presentar -como hizo el presidente Miguel Díaz Canel en reciente entrevista a Ignacio Ramonet-, una imagen distorsionada y un discurso cínico y falaz que encubre las reales causas y consecuencias de la crisis nacional, que no es únicamente económica, sino política y social.
Tales demandas son:
-Una Asamblea Nacional Constituyente elegida democráticamente para redactar una nueva constitución aplicable en todas sus partes.
-Que el Estado no se desentienda de la crítica situación de ancianos, jubilados, pensionados y familias que están en pobreza extrema.
-Libertad para los presos políticos sin exilio obligatorio.
-Cese del hostigamiento a personas que ejercen su libertad de expresión.
Mis acciones se sustentan en la no violencia, y eso nunca cambiará, pero jamás implicarán la sumisión y el acatamiento incondicionales a unas autoridades que nos consideran sus siervos y exigen de parte nuestra una obediencia que contradice la dignidad humana.
Soy una ciudadana e intelectual cubana, y participaré en la vida política de mi país porque es derecho de todos, no solo de una élite de poder que nos mantiene excluidos mediante mecanismos y leyes carentes de toda noción ética, democrática y participativa.
No existirá futuro para nosotros si no se actúa en el presente. Los milagros no existen. Somos habitantes de un país cuya historia ha mostrado con creces que nada es irreversible cuando decidimos participar. La esperanza es nuestra.
No soy miembro de ningún partido u organización política. No convoco a nadie a seguirme pues opino firmemente que cada persona debe responsabilizarse por sus decisiones; además, no creo en caudillismos oportunistas que muy caros nos han costado ya.
Sí creo en el ejemplo, en la coherencia y en el deber que tenemos todos, tanto hacia la joven generación que nos abandona, como hacia las generaciones envejecidas que han entregado en vano su vida a un proyecto envilecido, y, especialmente, hacia la Patria que nos necesita.
Aclaro asimismo que nunca rechazaré a los compatriotas que deseen acompañarme, sabiendo siempre que no abogo por acciones violentas. Nunca excluiré a nadie por su ideología, porque en Cuba la crisis actual ha trascendido el ámbito estrictamente ideológico para asumir un carácter eminentemente cívico.
El 18 de junio sí estaré en el Parque Central de La Habana. Tranquilizo a los amigos y personas que se preocupan por mi seguridad: no me ocurrirá nada. De ello me convencí al leer la entrevista donde el presidente «inteligente, comedido y sensato» que nos presentó Ramonet; un hombre que, según el entrevistador, se destaca por «sus atinados análisis, su visión anticipadora y sus consejos acertados»; pues bien, ese dechado de virtudes denunció enérgicamente la brutalidad de la policía en Estados Unidos con estas palabras: «Hemos visto escenas de una profesora, ya una persona entrada en edad, sometida, reducida, humillada en el piso. Eso no pasa en Cuba, ¡eso no pasa en Cuba!».
Como eso describe exactamente lo ocurrido conmigo el 18 de abril pasado en el punto de control policial de Bacunayagua, entonces debo creer que el presidente Díaz-Canel dio órdenes explícitas a Seguridad del Estado para que no me molesten.
Es eso, o que la «república independiente de Bacunayagua» ya no forma parte de Cuba.