Por Jorge Fernández Era ()
La Habana.- Me levanto hoy, oigo el murmullo de la gente en la farmacia y bajo a averiguar qué medicamentos de la canasta básica van a distribuir. Allí están, les doy los buenos días a los dos jóvenes agentes vestidos de civil que me importunaron el mes pasado. Los acompaña un carro patrullero con dos policías uniformados. Es incuestionable que llevan varias horas ahí, uno dormita sobre el asiento delantero del vehículo.
Un rato después bajo a botar la basura. Me conducen hacia el carro y solicitan mi carnet de identidad, que no porto. Optan por pedirme los datos, según ellos para «identificarme». Comienzo a discutir. Son tan deshonestos que no aceptan que el objetivo de tal despliegue soy yo. Solo están, lo dicen con absoluto cinismo, «cumpliendo con su trabajo».
Alegan que el espectáculo lo armo yo, quien enarbola su derecho a molestarse y protestar por un operativo ridículo contra un ciudadano que solo escribe y denuncia, donde único puede, estas y otras violaciones a la Constitución de la República y la Ley de Proceso Penal. No portan consigo orden judicial que me impida salir de casa. «Ya aparecerá», invoca uno de los policías.

Me advierten que me conducirán si intento salir hoy hacia el Parque Central. Lo haré en algún momento del día cualesquiera sean las consecuencias, me lleven a donde me lleven, me encierren donde me encierren, me imputen lo que me imputen. No les temo. Lo de ellos y quienes dirigen sus hilos es impotencia, miedo a que me pare tranquilo y en silencio como cada día 18 en un parque o plaza pública a exigir por una Constitución real y no ficticia que nos otorgue derechos que están ahí, pero no tenemos.
Miedo a que exija la libertad de tantos jóvenes cuyo único delito es hastiarse y vociferarlo públicamente. Miedo a que le diga mentiroso a un presidente que se burla de nosotros por televisión y les llama «vándalos». Miedo a que denuncie lo que le hacen a Alina, al cobarde e inhumano castigo que pagan mi hijo y mi familia por mis actos, a que exija que pare ya la represión contra los que se oponen a tanta mierda que no cabe en un contenedor de basura.
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