Por Ulises Toirac ()
Es todo tan sintomático y demuestra la «manera», que solo tengo que exponer lo sucedido paso por paso.
La Habana.- En dos ocasiones (en el transcurso de tres años) hice comentarios públicos acerca de mi dificultad para lograr trabajar. No fueron las únicas veces que me tropecé con el fenómeno, pero ya lo había compartido (reitero en el transcurso de tres años que no he podido trabajar, métale taller a lo que significa a nivel de bolsillo) y no era menester andar vociferando con o sin intenciones de ningún tipo. Es mi maletín, me jodí.
Me hicieron una entrevista que publicó HyperMedia Magazine y entre otros temas tocaron éste y, como es de suponer «qué hacia yo en Cuba». Traté como siempre de contestar con toda mi honestidad pero sin ser incendiario. Quienes me siguen saben perfectamente el modo en el que asumo mi servicio como foco de opinión (no líder, foco, yo no lidereo ni en mi casa, si yo digo que hay que ir por la mañana a la bodega, termino yendo por la tarde).
Y luego, CiberCuba (que en otra época fue una publicación con cánones más profesionales) lo que hizo fue un refrito de la entrevista. Tomó el original y lo repitió fragmentando buena parte de todo lo que publicó HyperMedia.
En los comentarios a la versión Facebook apareció la oferta de ayuda.
Punto uno: tengo criterio (obvio, microbio) de todos mis colegas, generalmente éstos están llevados por la calidad humana y el talento de cada uno. Pero jamás de los jamases (y reto a que busquen todas mis publicaciones tanto, propias como por encargo para entrevistas) me he entregado al tiroteo que ya es tan común en nuestro ramo y que con tanto acierto entronizan, difunden, amplifican (y ganan dinero) muchas publicaciones cubanas online.
Punto dos: todos los artistas son mis amigos sin faltar uno. No me importa lo que piensen (o lo que digan que piensan). Si tienen calidad humana y talento, son artistas y pal carajo, lo demás es lastre del aeróstato.
Punto tres: hay que tener cuidado lo que se dice porque de repente puede parecer que hay un «cuadre» y no lo hay. Y ojo: mi oficoda está aquiiiiii.
Siguen siendo mis amigos todos. Los aprecio. Pero a la solidaridad no se le pone bocina, sino brazo.