Por Ileana Medina Hernández ()
Tenerife.- Juana se casó hace años con un tipo apuesto y bien parao. Juana nunca quiso trabajar, le cayeron buenos trabajos del cielo, pero todos le parecían mal. Al final encontró un tipo que la mantuviera, pero claro, ahora envejecen, y Juana no quiere cuidar de un anciano. Juana sueña con viajar, con salir volando por la ventana, con haber vivido otra vida que no fue la suya… incapaz de disfrutar las buenas cosas que tiene delante, el mar, el flamboyán, el pastelito de crema…
Lucrecia fue al revés, solo ha hecho trabajar toda su vida. Es valiente, luchadora, pero a pesar de todo lo que ha trabajado, no ha podido ahuyentar a la pobreza, que ahora ya mayor, la acecha por todas partes, pues no es fácil sin pensión y sin marido, sin apoyo alguno, asumir los costes crecientes de la vida. Lucrecia tiene insomnio, el cruel insomnio de quien sabe que quizás mañana no pueda pagar el alquiler. No es nada fácil.
Perico tiene cinco casas y dos hijos ya mayores que viven en otros países y a los que ve muy poco. No tiene pareja, pasa los días entre su casa en la ciudad, la casa en el campo, la casa en la playa. Pero está solo. Busca por internet citas a ciegas, que lo vuelven a dejar vacío y loco.
Apolonia tiene cincuenta años y un cuerpo de veinte. Va todos los días al gimnasio, practica yoga, meditación, se alimenta sano, es una alta ejecutiva de una gran multinacional, se viste de marca. Pero jamás ha tenido una relación amorosa duradera, cada noche se acuesta sola y, aunque jamás lo reconocería como un fracaso, en secreto envidia a las que tienen vida familiar.
Ruperto se casó con la buenorra, con la rubia trofeo que exhibe en las fotos de las redes. Pero en secreto ama a la fea que también lo amaba, con la que nunca se atrevió a salir en público.
Tiburcio se casó con la ricachona que le resolvió la vida. Comparten casa paradisíaca, hijos hermosos, presumen de viajes y de una empresa exitosa. Pero todas las noches se emborracha.
Felipa tenía el matrimonio perfecto. Eran los más bellos del pueblo, tuvieron bellos hijos, ganaron mucho dinero, eran los protagonistas de la vida social. Y a los cincuenta, el muy cabrón la dejó por una de veinticinco.
Petra sufrió mucho con su primer marido que la golpeaba. Pasó toda su infancia primero y luego su juventud entre maltratos, perdió toda esperanza. De pronto, apareció un buen hombre que la amaba. Petra no se podía creer tanta suerte a estas alturas de la vida. Y cuando por fin era feliz, le diagnosticaron un cáncer.
Cirilo es una gran eminencia. El tipo más inteligente de su generación. Pero se quedó en Cuba y aunque es profesor emérito y doctor honoris causa, no tiene qué comer. Qué se hace, dime dios mío, cuando un hermano, cuando un amigo no tiene qué comer, ni forma posible de salir de esa situación según pasan los años.
Genoveva es una gran profesional, tiene un despacho propio, un marido guapo e hijos que van a la mejor universidad del país más rico del mundo. Pero se siente agotada, agotadísima de tanta perfección y sobreexigencia. Toma pastillas para dormir, y pastillas para trabajar y rendir más, y pastillas para volver a dormir.
Camelia es negra, lesbiana, emigrante y escritora. Ha conseguido un trabajo que no mata y una mujer que la quiere. Y hasta unos ahorros. Pero sufre la discriminación de sus compañeros de trabajo que no le permiten el ascenso, el cuero fuerte de sentirse siempre señalada, la frustración de no poder vivir de escribir que es lo que de verdad le gusta.
Macario era un escritor de éxito, había ganado todos los premios, ganaba mucho dinero. Vivía en Nueva York, en la capital del mundo, lo invitaban a todas las fiestas, y un día lo encontraron muerto de sobredosis.
Busco gente feliz y no la encuentro. Y esa es la vida. Qué hacemos.
¡Pues intentar ser feliz a toda costa! ¡Seguir pá lante! ¿No ves que nadie lo tiene todo?