ES MEJOR VIVIR EN LA VERDAD

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Por Yoandy Izquierdo Toledo ()

Pinar del Río.- Hace mucho tiempo en Cuba la búsqueda de la verdad dejó de ser una prioridad, desgraciadamente, para algunas personas. Adentrarse en la espiral de las invenciones, la justificación de lo mal hecho, esconder “esto” o “aquello”, decir medias verdades, es cultivarse en el peor ambiente para una persona.

Mucho tienen que ver las instituciones formativas y mucho tiene que ver la familia. Las primeras, que en su mayoría son estatales, aplican su “librito” bajo la rigidez de las consignas oficiales y, en cambio, la laxitud en el cultivo de los valores y virtudes. Nuestras escuelas dan lástima  y a veces hasta miedo, porque de instrucción poco y de educación nada. Los planes reformados en la educación o los “procesos de perfeccionamiento”, como también les llaman (aplican este año el tercer perfeccionamiento en la enseñanza secundaria, por ejemplo) contemplan unos programas donde el estudiante recibe menos contenido presencial y se supone que desarrolle más tareas independientes, pero no fomentan la educación en valores, la formación vocacional, la educación ética y cívica de forma desideologizada.

La promoción académica del “todo el mundo aprueba”, es más importante en el sistema de educación cubano actual que la promoción humana en virtudes y valores. Y aun así, para mal de los educandos en etapa formativa, egresan de las enseñanzas con malos resultados académicos, o buenos, pero con pocas pistas para vivir en la verdad, en la transparencia, en el entendimiento de la justicia y asumir el aumento de los grados de libertad con la responsabilidad que otorga el crecimiento personal.

El propio sistema a veces les “obliga” a mentir a padres y alumnos. Ante las escuelas al campo, bajo aquel supuesto de vincular el estudio con el trabajo, pero en realidad para obtener fuerza de trabajo gratis, afloraba la mentira del que está enfermo, el que tiene limitaciones o el que “resolvió” sus papeles para no ir al campo. Ante la llegada de un familia del exterior, para faltar varios días a la escuela, mejor decir que estás enfermo o se habla con la maestra que, como sufre del mismo daño generalizado en los valores, puede ser que espere algún regalo o condicione el permiso. Ante la fiesta de los pioneros, el desfile del primero de mayo, el trabajo voluntario-obligatorio, el día de la defensa, el pago simbólico para las Milicias de Tropas Territoriales, se prefiere mentir antes que decir, con respeto y convicción, las verdaderas causas por las que nuestros hijos no participan en las actividades o no cotizan para proyectos militares. Otro momento en que reina la mentira es la edad de 16 años, en que hay que rendir el Servicio Militar Obligatorio y, como la objeción de conciencia no se puede enarbolar, desde mucho antes se miente o exageran las limitaciones fisicas o enfermedades crónicas del adolescente para que resulte baja del Servicio.

Y así, poco a poco, sin dar importancia a cada hecho aislado, se va generando una actitud sumamente negativa, indicadora de que para lograr las cosas hay que mentir. Nos mudamos al Reino de la Mentira.

En el mundo del trabajo se vive algo parecido. Como los salarios no se corresponden con el verdadero valor del trabajo y los recursos escasean o no existen, el maltrato está a la orden del día. El jefe sabe que los planes no se cumplen, pero se “inventa” para cumplir en el plazo establecido. Y el superior se lo cree, o no, pero lo acepta como válido, creciendo así esa bola de nieve que es la mentira. Y así parece que fluye el país, entre planes y planes que no resuelven el problema nacional, pero que ocultan la verdad de un problema de fondo, que todos saben, pero que es mejor no reconocerlo.

Mientras tanto, cada quien recibe su cuota del pastel o ni siquiera eso, pero por lo menos se sigue a flote, que es para muchos el sinónimo del “triunfo” o la evidencia del bienestar. Es hacer como que se trabaja en el Reino de la Mentira.

Recuerdo cuando decidía cambiar de un trabajo en un laboratorio de investigación científica, con horario “consagrado”, como se le llama a trabajar en el polo científico sin respetar las 8 horas de la jornada laboral, a otro empleo en una entidad menos convulsa. La presentación de la plaza era muy “atractiva”: aquí no tienes que hacer mucho, a las doce del mediodía ya estás en tu casa, y hay días en que solo firmas y te vas”. Entonces, ¿eso es un verdadero trabajo o es una excusa para decir que se está integrado a un organismo estatal?

Semánticamente hablando, el “trabajo por cuenta propia” se incluye dentro de la práctica de decir medias verdades o llamar a las cosas con otro nombre. Eufemismos cubanos, herramientas de los sistemas populistas que intentan construir sus propias verdades: la neolengua o postverdad. El sector privado no contempló entre su lista, controlada, actividades de tipo educativo. Lo más parecido fue la actividad de los “repasadores” para llamar así a los maestros particulares. Luego llegaron otras reformas relacionadas con la economía, el “fenómeno” de las Mipymes, por ejemplo, pero todas ellas relacionadas con el bolsillo o el estómago, y no con el pensamiento y la formación de una cultura comercial, tributaria, de intercambio con el cliente o consumidor. La verdad sobre muchas Mipymes está por esclarecer; hay mucha tela por dónde cortar, pero ese sería tema suficiente para otra columna. Las Mipymes también han entrado en el Reino de la Mentira.

Como siempre digo cuando debatimos entre amigos sobre el tema de la formación o la preparación para la vida: lo más importante es reorientarlo hacia la vida en la verdad.

A pesar de toda esa situación adversa en los escenarios de desempeño cotidiano, dígase en la escuela, en el trabajo, en la Iglesia: ¿dónde queda el papel de la familia para educar en la verdad? ¿Dónde la influencia de instituciones como las iglesias y las asociaciones fraternales para formar en la verdad? ¿Dónde la responsabilidad personal de cada cubano para adquirir un compromiso con la verdad que es lo único que nos hará libres y nos “pondrá la toga viril”?

Me resisto a descargar toda la responsabilidad en el medio o en el sistema. Digo toda, porque soy consciente que una alta dosis le compete; pero también es cierto que la familia siempre puede hacer más para paliar los déficits que nos vienen de otros espacios de realización. Existe una serie de actitudes que, al ir asumiéndolas como normales, se han impregnado en el “ADN” del cubano: “no digas nada para que se te dé”, “tú no des la última a nadie”, “dices otra cosa y ya está”. Ello no significa que sean actitudes correctas, no suponen un buen acto moral y no nos mantienen en la verdad.

La verdad permite vivir en libertad. Cuando se miente a propósito, o hay que cuidarse para que no se escape la verdad, o se dice otra cosa de lo que se piensa, o se ocultan las verdaderas intenciones, el final generalmente no suele ser feliz.

La vida está llena de historias que pudieron haber sido diferentes con la verdad de por medio. Si predomina la verdad, si abunda la transparencia, si se deja de tergiversar, edulcorar o hiperbolizar la realidad, existiría más bien sobre esta tierra cubana: la mentira esclaviza. “La verdad nos hará libres”.

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