Por Anette Espinosa
La Habana.- El mandatario cubano, Miguel Díaz-Canel, le aseguró a su tutor ruso, Vladímir Putin, que Cuba resistiría a pesar de todo. Lo hizo durante uno de sus encuentros en Moscú en días pasados, a propósito de la visita del impuesto presidente a Rusia para asistir a los festejos por el llamado Día de la Victoria, entre otras cosas.
Aunque la televisión cubana solo utilizó las imágenes, sin el audio original, Rusia Today sí lo empleó, y los que saben ruso escucharon cuando Putin le preguntó por cómo estaba la situación en Cuba. En español, Canel respondió que «con problemas con los alimentos o los combustibles, pero vamos a resistir, presidente».
«Algo podemos hacer por eso», dijo Putin, al parecer sin mucho interés, y Díaz-Canel enfatizó aquello de que «vamos a resistir, presidente», porque hay quienes creen que una mentira, repetida cien veces, se convierte en una verdad, y en eso no hay quien le saque ventaja al castrismo.
Cuba no tiene grandes problemas con los alimentos. Eso es mentira. Cuba tiene severos problemas con la alimentación, porque no produce casi nada, y los pocos cubanos que aún se encargan de sembrar algo, cada vez desisten más, porque les roban las cosechas cuando aún están tiernas. En Cuba no hay abundancia de ningún producto alimenticio en ninguna época del año, como para que las personas esperen que el precio vaya a bajar.
Lo de los alimentos es caótico. Cada vez hay más personas buscando qué comer en los tachos de basura, más rostros sombríos, más ancianos y niños famélicos. Cada vez todo está peor.
Y con el combustible, más de lo mismo: los apagones son cada vez más extensos, más comunes, incluso hasta en algunas zonas de La Habana, un lugar que la cúpula no quiere apagar, porque sabe que una revuelta en la urbe no la puede controlar como una en Nuevitas, Cabaiguán o Puerto Padre.
No hay combustible. No tiene el castrismo con qué comprarlo, y eso provoca que no haya otras cosas, como transporte. El transporte público, salvo en La Habana, donde aún funcionan algunos ómnibus y algunos otros inventos, desapareció. En las capitales de provincia, incluso, el transporte público son los carretones de caballo, y en el mejor de los casos coches coloniales, pero cada vez menos.
El uso de caballos para el transporte público es uno de esos casos de maltrato animal más duros que pueda observarse en el mundo, pero el gobierno y los animalistas pasan de largo, porque se ha vuelto tan común que a nadie le interesa. Y solo hay que ir a cualquiera de las grandes ciudades, menos a Santiago de Cuba, para ver los atropellos.
Volviendo a lo de los alimentos, por ejemplo, el sistema de tiendas en MLC puso en venta este lunes pomos de cuatro litros de aceite, de fabricación nacional, a 13.45 MLC, que serían a 3.36 cada litro. Y si calculamos que el MLC está 300 pesos, el litro saldría a mil ocho pesos y los cuatro litros a un costo total de cuatro mil 32 pesos. Más de lo que gana un maestro, dos tercios del salario de un buen médico, la mitad de lo que recibe un policía cualquiera, y un tercio de lo que cobra un oficial de las Fuerzas Armadas de medio pelo. (Y esos precios los pone el gobierno, que, supuestamente, lleva a cabo una cruzada contra la inflación)
Y eso solo para comprar aceite, en un país donde es casi una odisea conseguir algo para poner en la mesa una vez al día, porque pensar en tres comidas, como Dios manda, es una utopía desde hace mucho tiempo, a menos que tengas quien te envíe dinero desde fuera o pertenezcas a ese grupo de privilegiados, que siempre los hay, que tienen un trabajo o un negocio, que les permite darse una buena vida. A veces, incluso, pasando por encima de los más elementales valores, como los que trabajan en el turismo, aunque sea de camareros, quienes son los primeros que se prestan para dar palos, como paso en Nuevitas hace más de un año.
Entonces Díaz-Canel dice «vamos a resistir», y el presidente ruso, que ejerce como tutor y única tabla de salvación -hipotética- del gobierno de La Habana, cree que el pueblo cubano luce tan rozagante como Limonardo o su esposa, y está tan bien alimentado que en su mesa solo faltan unas frutas para el postre, o aceite de oliva para las verduras, porque imagina que esos son los problemas de alimentos que tiene el cubano.
El puede resistir. Incluso, puede ser hasta el último cubano con vida, junto a los Castro, que aunque no tuvieron representación en la delegación de Díaz-Canel, se aseguraron que más de uno de los contenedores de carga del avión que llevó al mandatario a Moscú, regresara cargado de frutas y otros productos exóticos para la residencia de La Rinconada, donde vive Raúl Castro. Y esto último, no es especulación: una fuente del aeropuerto, que vio cómo sacaban los productos y los montaban en trasportes especiales con destino a la casa del nonagenario general, informó a El Vigía de Cuba.