Tomado de MUY Interesante
Cientos de miles de mujeres alemanas se alistaron como auxiliares del ejército nazi (Wehrmachthelferinnen) y, aunque desde un segundo plano y ejerciendo diversas funciones, se convirtieron en cómplices de los horrores del régimen de Hitler.
Madrid.- En la Alemania nazi, durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial, a la mujer se le asignó un papel secundario, un rol subordinado a los hombres. Tenían que convertirse en «paridoras de héroes» y centrarse en sus hijos, en la iglesia y en la cocina (Kinder, Küche, Kirche). A pesar de esta mentalidad, difundida por la propaganda nazi, las mujeres vieron cómo se les abrían nuevas posibilidades gracias a la política de refuerzo militar del Tercer Reich y al inicio y desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.

Las llamadas Blitzmädchen, «chicas relámpago», eran ayudantes de noticias de la Wehrmacht Helferinen Korp. Foto: Album.
El masivo reclutamiento de soldados que el régimen nazi llevó a cabo antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial hizo necesario que las alemanas ocuparan el mayor número posible de puestos de trabajo para poder enviar así a más hombres a luchar al frente. Los nuevos empleos desempeñados por mujeres eran muy variados: en la industria, en la agricultura, como conductoras, bomberas, carteras, agentes de tráfico y dentro del propio ejército, como administrativas, intérpretes, camioneras, mecánicas, en logística, defensa civil antiaérea, vigilancia de los campos de concentración, etc.
En 1939, el 51% de las alemanas, entre los 16 y los 60 años, tenía un trabajo remunerado. Casi 3 millones fueron contratadas en la industria. En las fábricas se pagaban buenos salarios en comparación con otros sectores de la economía. A pesar de las reticencias de Hitler, la incorporación femenina al mundo laboral se aceleró tras la sangría que supuso la campaña rusa del invierno de 1942 a 1943. Se hizo imperativa la liberación de más hombres para ser enviados a los diferentes frentes en los que la Alemania nazi se jugaba su futuro. En 1944, las helferinnen (auxiliares) eran ya casi 300.000.
En ese mismo año, se crea el cuerpo Wehrmacht Helferinnen Korp, con un carácter más militarizado, en el que se pretende movilizar a todas las alemanas mayores de 18 años. Fue así como al final de la guerra, las mujeres ocupaban el 85% de los puestos de contables, técnicas de laboratorio, intérpretes, traductoras, trabajadoras administrativas, etc. La incorporación generalizada de la mujer al mundo laboral no se va a producir solo en el ámbito civil, también lo hará en el militar. En 1945, casi 500.000 voluntarias desempeñaban su labor como wehrmachthelferinnen en las fuerzas armadas. Otras 500.000 servían en la defensa aérea civil y unas 400.000 como enfermeras.

Las fábricas se llenaron de mujeres que sustituían a los hombres que iban al frente de batalla. En la imagen, un grupo de mujeres haciendo globos de barrera en 1943. Foto: Getty.
Kamarads Schaftabende
Las motivaciones para alistarse eran variadas: muchas mujeres adoctrinadas por la propaganda nazi tan solo pretendían servir a su patria; otras lo hicieron por disfrutar del estatus y de un buen sueldo y en otros casos, fue simple afán de nuevas experiencias viajando a otros países. Una vez contratadas, las condiciones que debían soportar eran duras. Mientras fueran de uniforme no se les permitía beber alcohol, cantar, fumar, maquillarse, lucir joyas, etc. Podían relacionarse con sus compañeros en las kamarads schaftabende (tardes comunitarias de camaradas). Estas reuniones en ocasiones degeneraban en fiestas con demasiado alcohol y sexo, lo que acabó dando mala reputación social a estas mujeres.
Por lo general, procedían de las clases medias y bajas de la sociedad y en muchas ocasiones pertenecían a grupos nazis como «La Liga de las Muchachas Alemanas» integrada en las «Juventudes Hitlerianas» o de la «Liga Nacional Socialista de Mujeres». Estas asociaciones prestaban formación y un lugar de socialización, pero también eran una buena herramienta de adoctrinamiento que convertía a sus socias en perfectas candidatas para el puesto de auxiliar (helferin) en el ejército.

Miembros de la « Liga de Muchachas Alemanas» en el rally de Núremberg de 1938 reciben cartas y paquetes de sus familiares. Foto: Getty.
Sus destinos dentro de las diferentes ramas de la Wehrmacht y de las SS fueron variados. En la Kriegsmarine o Marina de Guerra sirvieron muchas de estas mujeres. Su verdadera incorporación se inició el 10 de abril de 1941 con la creación del Servicio Auxiliar de Vigilancia Aeronaval. En 1942, se creó el Servicio Auxiliar Naval, también compuesto principalmente por mujeres que se dedicaron a las labores relacionadas con las comunicaciones. En 1943, la Kriegsmarine creó su propio servicio antiaéreo femenino, aunque se evitó incluirlas en la composición de los equipos de artillería antiaérea.
Liga Nacional Socialista de Mujeres
En la fuerza aérea o Luftwaffe también sirvieron muchas de estas voluntarias como auxiliares de comunicaciones de señales. Su incorporación comenzó pronto, en 1941. En muchos casos provenían de la Reichsarbeitsdienst, que era una agencia estatal creada con el pretexto de paliar el desempleo entre los obreros alemanes, aunque en realidad era aprovechada como medio de nazificación. Estas mujeres sirvieron como asistentes en inteligencia aérea, en funciones de comunicaciones en operaciones de combate, en los puestos de escucha, en las estaciones de radar, como operadoras de radio y teléfono, criptógrafas, operadoras de teletipo y telégrafo, etc.
Hitler, ante la devastación causada por las incursiones aéreas de los aliados, cedió a las presiones de algunos de sus colaboradores más cercanos para permitir incorporarse a gran escala a las mujeres en la defensa aérea de las ciudades. Al final de la guerra, llegaron a ser entre 75.000 y 100.000 las destinadas a estas labores. En la Schutzstaffel (SS) se tuvo la idea de poner en funcionamiento una escuela donde formar a las mujeres que integrarían la futura SS Helferinnen Korp. No sabemos quién fue el promotor, aunque es conocido que Himmler siempre quiso crear centros en los que adoctrinar a la mujer aria. En 1942, el Tercer Reich había conquistado un territorio enorme y el ejército necesitaba desesperadamente la incorporación de numerosos técnicos en comunicaciones. Se decide la puesta en marcha de este cuerpo, y se ofrece su incorporación a las esposas, hijas y hermanas de los hombres pertenecientes a las SS. Así se aseguraban que cumplían las estrictas normas de pureza racial necesarias para el ingreso.

Las alemanas se alistaban por diferentes motivaciones, patriotismo, privilegios, para vivir nuevas experiencias o viajar. En la imagen, auxiliares alemanas paseando por París. Foto: AGE.
Poco después, los nazis, inspirados por una organización paramilitar femenina finlandesa llamada «Lotta Svärd», deciden ir más allá del campo de las comunicaciones y formar a las mujeres de la SS Helferinnen Korp en una gama más amplia de cometidos. Los requisitos para entrar en este cuerpo de élite eran estrictos: las mujeres de entre 17 y 30 años y al menos 1,65 metros de altura debían contar con la recomendación de un líder de las SS, de las juventudes hitlerianas o de la Liga Nacional Socialista de Mujeres. Tras ser aceptada la solicitud, había que pasar examen teórico, médico y racial. Luego, la candidata recibía una convocatoria para su incorporación. Era necesario completar dos etapas de formación en la escuela del cuerpo (Escuela de Comunicación de Geissen). La primera consistía en aprobar el curso básico que duraba 8 semanas. La segunda era un curso específico de 24 semanas. Se les formaba en materias como radio, telefonía y otras más variadas como deporte, educación maternal, primeros auxilios, etc. El régimen de vida era estricto y muchas no llegaban a superarlo.
En la élite
Tras terminar su educación y prestar juramento, estas mujeres, consideradas como la élite entre las alemanas, eran enviadas a destinos de responsabilidad en los centros de poder y decisión del régimen nazi. Se calcula que de las 9.000 que había en activo al final de la guerra, unas 700 fueron detenidas por ingleses y americanos, siendo obligadas a pasar por un largo proceso de desnazificación.
Otro destino donde sirvieron algunas fueron los campos de concentración y exterminio creados por el Tercer Reich a lo largo de toda Europa. Las guardianas de esos campos eran las conocidas como SS-aufseherin. Eran auxiliares de los Scutzstaffel o escuadrones encargados de la vigilancia de esos lugares. Estaban oficialmente a las órdenes de la SS, pero no se las consideraba parte de ella y no se les permitía lucir la famosa calavera (Totem Kopf) que les identificaba. A pesar de ello, estas auxiliares llegaron a ejercer un inmenso poder sobre las prisioneras al encargarse de los castigos, de la organización de los grupos de trabajo, de la elaboración de las listas de las cámaras de gas, etc.

En la imagen, cuatro guardianas, Charlotte Klein, Herta Bothe, Frieda Walter e Irene Haschke, en el juicio de Bergen-Belsen por las atrocidades cometidas en el campo. Foto: Getty.
Eran predominantemente de clase baja, de entre 21 y 45 años, y se vieron atraídas por sus convicciones políticas y por un sueldo atractivo. Son numerosos los testimonios de las supervivientes que destacaban su crueldad. Pero su estatus nunca fue equivalente al de sus camaradas masculinos. A pesar de tener una estructura interna de jefaturas, el mando superior de estas unidades siempre correspondió a oficiales masculinos a los que no les gustó demasiado la incorporación de la mujer a las filas de la Wehrmacht. Se las retiró del frente y se las destinó a otras labores. No querían que la mujer alemana se «desnaturalizara» en la lucha.
Enfermeras alemanas
A inicios de la guerra, Alemania contaba con un extenso y bien organizado servicio de enfermeras. Existían cuatro grandes organizaciones: una para los católicos, otra para los protestantes, el DRK (la tradicional Cruz Roja de Alemania) que acabó siendo controlada en parte por el Estado, y el cuerpo de «Enfermeras Alemanas del Reich», compuesto por mujeres de ideología nazi, conocidas como las «enfermeras marrones». Los servicios médicos en primera línea de fuego eran prestados por hombres, pero la enfermería militar asumida por las voluntarias del DRK se desarrollaba próxima al frente.
Ya a partir de 1934, en cumplimiento de la Ley de Prevención de Descendencia con Enfermedades Hereditarias, el régimen nazi practicó la esterilización a todas aquellas personas consideradas como «defectuosas». Las matronas notificaban cualquier anomalía física en los bebés y practicaban la eutanasia a los niños que nacían con problemas. Muchos de los médicos y enfermeras que trabajaban en los centros destinados a enfermos mentales también colaboraron en el exterminio de sus pacientes en cámaras de gas. Son numerosos los testimonios sobre los terribles experimentos clínicos practicados sobre los prisioneros.

Muchas enfermeras alemanas demostraron su espíritu de servicio mientras que otras participaron en las prácticas y experimentos más abominables del régimen nazi. Foto: Getty.
Muchas mujeres se presentaron como enfermeras voluntarias guiadas por una verdadera vocación de servicio. Un ejemplo fue el de la enfermera noruega Gerd Stokke, que consiguió trabajar en la Cruz Roja en Alemania. Se calcula que casi 500 noruegas llegaron a Alemania para trabajar como enfermeras de combate en la Cruz Roja. En 1942, tras un duro periodo de formación en la Landesführerschule (escuela de entrenamiento) inició un trabajo que la llevaría durante tres años por los campos de batalla de toda Europa. Ignorante de las infamias del nazismo, llegó a ser felicitada por Adolf Hitler. Como muchas de sus compañeras, fue detenida y llevada a la prisión de Bredtvet donde permaneció varios meses. Al estar amparadas por la Convención de Ginebra, fueron finalmente liberadas.
Situación tras la guerra
En 1945, tras la derrota alemana, se produjo el apresamiento por parte de los soviéticos de unas 25.000 de estas voluntarias. En los años 50, unas 5.000 consiguieron volver a Alemania. Un total de 39 mujeres fueron condecoradas con la Cruz de Hierro de segunda clase por su comportamiento en el frente. La mayoría eran enfermeras, aunque no todas: «Erna», una joven, recibió esa condecoración por destruir, junto a su sargento y otro soldado, tres tanques con sus bazucas.
Muchas mujeres se alistaron como fanáticas nazis convencidas de sus principios y animadas a ayudar al Tercer Reich en la consecución de sus objetivos. Contribuyeron de una manera consciente y voluntaria al horror que este régimen desató. Otras pueden ser consideradas víctimas de la propaganda vertida de una forma abrumadora sobre la juventud alemana antes y durante el desarrollo del conflicto.