JAMÁS UN PRESIDENTE…

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Por Alina Barbara López Hernández
Matanzas.- El presidente Miguel Díaz-Canel anduvo por Rusia desde el pasado 7 de mayo en «visita de trabajo». Allí fue invitado al tradicional desfile del día 9 en la Plaza Roja en ocasión del 79 aniversario de la victoria sobre Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
Pero lo verdaderamente notorio han sido unas declaraciones suyas hechas en el Kremlin durante una reunión. Las palabras, referidas a la intervención militar rusa en Ucrania, que ya cumplió dos años, han dado la vuelta al mundo:
“Deseamos éxitos a la Federación Rusa en la operación militar especial”.
Esto lo dijo el presidente de un país que se dice antimperialista; de un país que aún tiene relaciones diplomáticas con Ucrania; de un país que debería cuidar, como pocos, las expresiones de su política exterior dadas sus constantes denuncias en organismos internacionales por las medidas hostiles de una nación vecina; de un país que atraviesa la más enorme crisis de su historia reciente; de un país que, geopolíticamente, no está hoy en condiciones de atraerse la enemistad del bloque europeo con palabras tan irresponsables y serviles.
Nótese que he mencionado apenas lo que tales declaraciones pueden afectar en el ámbito de la geopolítica. Por su significado, dejé aparte la cuestión ética. Sobre este punto, a mi juicio crucial, citaré fragmentos de un artículo que escribí al inicio de la intervención rusa: «Etica vs guerra: reciclando confictos» (para quien desee leerlo, dejo el link en comentarios)
«La actitud del gobierno cubano, y de un sector que se considera parte de la izquierda, ante la invasión rusa a Ucrania ha sido francamente ambigua al no situarse con meridiana claridad en el único lugar éticamente posible: al lado del país agredido».
(…) ante todo, primero que todo, hay que denunciar la actitud del gobierno ruso como hiciera el filósofo norteamericano Noam Chomsky: «La invasión rusa de Ucrania es un grave crimen de guerra comparable a la invasión estadounidense a Irak y a la invasión de Polonia por parte de Hitler-Stalin en septiembre de 1939, por poner solo dos ejemplos relevantes. Es razonable buscar explicaciones, pero no hay ninguna justificación ni atenuante».
(…)
«El pasado vuelve a nosotros. No es la primera ocasión en que los cubanos deben responder estos dilemas: ¿puede hacerse política al margen de principios éticos?, ¿el fin justifica los medios?, ¿podrá lograrse un humanismo futuro sin defender el humanismo presente?, ¿en dependencia del país agresor se modifica el carácter de una guerra?
«El fanatismo consiste en redoblar el esfuerzo cuando has olvidado el fin»
Rememoro esta frase de Santayana mientras leo el artículo «La Izquierda ante la agresión a Ucrania, mantener el timón con firmeza», en el que Raúl Zibechi argumenta con razón que «Una política sin ética, guiada por cálculos, nos lleva siempre a un callejón sin salida: luchar para reproducir las mismas opresiones que se combatían».
«Desde que en los años treinta el movimiento comunista internacional admitiera la perniciosa influencia del estalinismo, justificándola en aras de objetivos futuros, encaminados a construir un sistema superior al capitalismo, se apartó del carácter revolucionario y liberador que debería ser el norte de las ideas de izquierda. No puede construirse un mundo mejor, ni un «hombre nuevo», usando métodos violentos y represivos. No es posible declarar un humanismo para el futuro si no somos capaces de actuar con humanismo en cada momento del presente.
Y esa influencia es notable en tantos análisis que se enfocan en la cuestión política y el diferendo EE.UU-OTAN-Rusia, que no es para ignorarse, pero no hablan del pueblo ucraniano agredido, de la soberanía de una nación violentada, del carácter justo de su resistencia ante el agresor. Porque no hay agresores buenos (…)»
El viejo fantasma del expansionismo ruso nos coloca nuevamente ante un dilema. El presidente de Cuba lo resolvió de la manera más innoble.
Jamás un mandatario de la Isla había realizado tantas giras al extranjero. Jamás esas giras habían tenido resultados tan infructuosos y vergonzosos como los actuales.

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