Por Anette Espinosa ()
La Habana.- El viernes anterior estuve en casa de unos amigos en San Miguel del Padrón. Fui temprano, porque no quería que se me hiciera de noche para regresar, sobre todo porque es muy peligroso andar en motorina en La Habana cuando cae la noche. Al dejar la casa de los amigos, donde me tomé un café super rico, me detuve a por una pizza en una mipyme.
Pedí la pizza de siempre, cuando hay, y un jugo de tamarindo. Mientras aguardaba porque estuviera la pizza, dos personas hablaban en la mesa de al lado. Una le decía a la otra si era cierto que Guillermo García, el llamado comandante de la revolución, se había muerto, porque se lo había dicho un vecino, pero que no tenía certeza.
El interlocutor dijo que no sabía nada, pero que era posible, porque ya tenía como 95 años y que estaba vivo por la buena vida que se había dado siempre.
Horas después, ya en casa, me llamó el vecino, que trabaja en la Marina Hemingway para decirme, medio sigiloso, que Ramiro Valdés está muy mal, y que, según algunos vecinos de la zona donde vive, dicen que los médicos dijeron que no le dan un mes de vida.
Por otra parte, los que vimos las fotos del primero de mayo, nos dimos cuenta de que a José Ramón Machado Ventura no le quedan muchas afeitadas. Está extremadamente flaco, con la mirada perdida, como si ya hubiera pedido a la parca que llegue y solo espera el momento.
El fin de semana, en esos momentos en los que tienes un tiempo para meditar, luego de salir a la calle a perseguir algo de comida para los niños, de limpiar la casa, de lavar, me detuve a buscar un artículo de Bruno McKenzie Alpízar, publicado en El Vigía de Cuba a principios de año con el título «Mi letra del año» y que hacía referencia a la muerte de este tipo de personajes.
«Dos de los históricos de la revolución morirán. Ambos fueron alguna vez vicepresidentes. Y otros dos, que solo llegaron a ministros, estarán al borde de la muerte», dice la predicción de McKenzie Alpízar, y puede que hasta se quede corto, porque tal como van las cosas, es muy probable que Cuba se quede sin sus comandantes históricos antes de que finalice 2024.
Lo de la muerte de Guillermo García pudo haber sido una bola, de esas tan habituales en Cuba, lanzada por cualquiera, incluso por los propios gobernantes. Pero yo no dudo de que esté muerto, porque cuando murió Vilma Espín, por ejemplo, solo lo hicieron público cuando ya estaban las fotos para las honras en cada municipio de Cuba.
Lo de Ramiro Valdés, según fuentes a las que consulté después y que no puedo revelar, es grave. Del team médico que lo atiende, algunos creen que no superará sus problemas, y lo de Machado Ventura es solo cuestión de tiempo. En esta lista falta Raúl Castro, quien estuvo por Santiago de Cuba en enero y dio incluso un discurso, y se apareció luego en la marcha de las antorchas y en el desfile del 1 de mayo para respaldar a Miguel Díaz-Canel, cuya gestión está cada vez más en entredicho.
Lo cierto es que los nonagenarios dinosaurios que acompañaron a Fidel Castro y a su hermano Raúl en todos estos años de la mal llamada revolución, están a punto de extinguirse. Este año, como dice el artículo de Bruno McKenzie, pueden irse dos, pero tal como van las cosas, la lista pudiera aumentar a tres. Y cualquiera sabe si hasta cuatro y así se acaba de una vez toda esa historia de poder.
Sin ellos en esa cercanía al poder, comenzarán las luchas intestinas por controlar el país, por asumir protagonismo, y es posible que entonces los Castro, los de Raúl, decidan irse de una vez a hacer su vida en Italia, donde Paolo Titolo, el esposo italiano de Mariela, lo tiene todo listo para que continúen con su vida de dicha y placeres.
Ya va siendo hora de que ocurran cosas en Cuba, aunque solo sea por aquello de que no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista.
