Por Arturo Mesa (de la serie…(Los Atlantianos)
Atlanta.- Pues ahí los pueden ver, felices todos. Los rostros de esos pequeños eran un poema cada vez que mencionábamos sus nombres y se levantaban a recoger su premio.
Los de los padres ni hablar. Lo más hermoso era verlos tomar el trofeo y virarse hacia ellos para mostrarles sus triunfos. Sonrisas, alegrías, risas que no se acomodaban bien al rostro porque la emoción los traicionaba. No importaba el premio, sino escuchar sus nombres y salir disparados.
Los padres preguntaban: ¿De verdad que aprendió tanto? Y estaban tan emocionados que tú les podías decir que no y ellos iban a entender que «claro mamá».
La diversidad también fue llamativa; ver la foto: un persa, un nacional, un mulato, uno medio ruso y así, unos veinte en cada grupo. Todos eran tan felices que varios trofeos se quedaron sobre la mesa al terminar la actividad porque luego se irían a tomar helado a algún lugar.¿Y en qué pensaba el profe mientras entregaba los trofeos?… Pensaba en…coño yo quiero este, na, aquel, no,no, no; aquel otro, vaya cualquiera. Es tanto el trauma de no haber recibido uno de esos cuando chiquito -porque no existían- que hasta me llegué a decir: En realidad, yo quiero uno, incluso hoy.
