Por Luis Rodríguez Pérez ()
Quivicán.- En las prisiones de Cuba existen los llamados «Benéficos». Éstos, son los presos que no reciben visita de familiares o amigos, los condenados a sufrir desgarradoramente por hambre y soledad.
Dentro de una prisión cubana, los reos que trabajan en la cocina o reparten la comida, son enormemente envidiados. Un poco más de arroz sucio y mal cocinado, un trozo de boniato más, o un pedazo de pan que tengan para comer, es suficiente para envidiarlos.
Dentro de una prisión cubana, los cocineros o los que reparten la comida, después de llenar con inmundicias sus estómagos, tienen los mismos sueños, las mismas pesadillas que los otros encarcelados. Ellos, miran por los huecos de las celosías, y les duele también, aunque tengan la tripa llena, el inalcanzable mundo exterior. Ellos saben, que hay una sola vida.
Dentro de una prisión, los reos comunes ven el trato «especial» que reciben los presos políticos: el esfuerzo por comprarlos, o sus inacabables torturas.

Un día viene una visita muy especial, y los presos se alegran, pues es el día de la comida decente y de la oportunidad de practicar algún deporte, de que se les trate como a personas y no como a ratas delincuentes.
En las prisiones cubanas, las celdas están plagadas de soplones, es imposible protestar y conservar intacto los dientes. En las prisiones cubanas, es imposible la unidad, que busca defender un derecho. Es obligado, si no quieres que te priven de beneficios, participar en actividades políticas y ver el noticiero estelar.

Un día, de repente, sin acuerdo común, sin liderazgo como referente, sin unidad, la prisión tranquila estalla en motín. Hay mucho odio, deseos de venganzas, dolores contenidos en todos los presos. Hay mucha fuerza en ese motín, mucha más que cuando el concierto de Silvio o como cuando, en una visita de algún jefe importante, hicieron una organizada actividad. El motín es sofocado con mucha represión y se cortan algunas cabezas para escarmentar.