MONREALE

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Por Rafael Muñoz ()
Monreale (Italia).- Atravesamos la barrera invisible que separa a la zona turística del Palermo real camino a la estación central a tomar el bus en dirección a Monreale, un pueblito sobre una de las colinas que guardan la ciudad.
El tráfico fuera de la zona peatonal es un caos, aquí no hay reglas, o si las hay nadie las respeta. Todo se resuelve a la manera siciliana, tocando el claxon y pegando gritos. El humo oscuro sale abundante de los escapes de autos que no pasarían la inspección técnica en ningún país mas o menos serio. Las motos son un peligro, se mueven a toda velocidad en el atasco, por si fuera poco, las nuevas carriolas eléctricas se mueven con total frescura sobre la acera.
Es como un encierro de Pamplona, en el que en vez de vaquillas han soltado autos que te salen desde todas direcciones. Se forma un barullo, un auto de policía golpea por detrás a un taxi y da lugar a una escena insólita. El policía y el taxista discuten en medio de la calle.¿Llamarán a la policía?
He visto al menos una decena de pescaderías, con una frecuencia de al menos una por cuadra. Es lo que pasa cuando una isla vive de frente al mar. “Pescado del día”, se oyen los gritos por toda la ciudad. Y hay mejillones y pulpos y cuanto bicho de mar que ni siquiera conozco yo, que nací en una isla. Pero esto no es una historias triste.
En cuarenta minutos alcanzamos la cima de la colina de Monreale. El pueblo es pequeño, no hay mucho que ver. Solo unas cien iglesias, a razón de una por núcleo familiar, una plaza central rodeada de cafés y por supuesto no podía faltar una catedral con su monasterio que ocupa la mitad del pueblo. Un conjunto de edificaciones de estilo románico que ha ido creciendo en diferentes épocas. Creo haber visto decenas así en Alemania.
Me equivoqué, la puerta de este templo conduce directamente a Constantinopla en época del imperio bizantino. La mezcla de estilos es única.
Los normandos, que habían echado a los árabes en 1071, impulsaron la construcción de un templo románico en 1172. Sin embargo, tras 250 años de ocupación árabe los maestros albañiles de la isla tenían muy arraigadas las técnicas y estilos moriscos. Y esa suerte nos ha dejado la posibilidad de apreciar uno de los mejores exponentes de la arquitectura árabe en Italia.
El problema de tener muchos cafés donde escoger en un lugar que no conoces es que puedes dar con el más malo y eso me dió la oportunidad de degustar el espresso machiato más malo de la isla, o eso espero. Esto demuestra que ser italiano es condición necesaria pero no suficiente para preparar un buen café.
Estas vacaciones se están convirtiendo en comer y ver Iglesias. Las guías turísticas de Palermo, los influences y hasta los vecinos no ofrecen otra cosa. Agotada la ciudad, mañana nos hacemos a la carretera.

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