LA VIRGULILLA (El palito de la ñ)

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¿𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑠 «𝑔𝑢𝑠𝑎𝑛𝑜𝑠» 𝑠𝑒𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑡𝑒𝑟𝑟𝑎𝑑𝑜𝑠, 𝑞𝑢𝑖𝑒́𝑛 𝑙𝑢𝑐𝒉𝑎𝑟𝑎́ 𝑝𝑜𝑟 𝑡𝑖? ¿𝐿𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑖𝑐𝑒𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎́ 𝑏𝑖𝑒𝑛…?
Por Edmundo Dantés Junior ()
La Habana.- En el pasado yo no quería irme (aún cuando existía la posibilidad), quería luchar y vivir el caos que presidirá el cambio, el cambio, y la transición… Yo era de esos…
Desde los 16 años me di cuenta que en este país no tenemos ningún derecho, ni siquiera voz.
Supe que todos teníamos miedo aunque no sabía de qué… Y que todo está ligado a una cosa que se siente, que todos sabemos, porque desde que nacimos está ahí, y tenemos la complicidad de saberla… Donde quiera que vayamos va.
Es impotencia.
Si hay algo mal no podemos quejarnos de eso. Está mal y es algo que se puede arreglar, pero no… No lo arreglarán porque a quién se lo podemos decir no tiene el poder y quienes tienen el poder no les importa, están ocupados en que no digamos que hay que arreglar algo.
Son continuidad.
Todos estamos sobreviviendo, lo que las prioridades son distintas. Hasta la cosa está sobreviviendo a duras penas.
Hace años, sabiendo eso internamente (aunque ni siquiera en palabras), fuimos, unos compañeros de aula y yo en broma a dos cuadras de la escuela donde habían colocado un cartel conmemorativo del «Campismo popular» grande, conmemoraba no sé cuántos años de creado, no recuerdo (digamos 15)…
Pero ese inmenso cartel que todos veíamos decía «Campismo popular, 15 ANOS latiendo fuerte»…
¿Era difícil recortar del mismo material y ponerle la virgulilla de la ñ? No, pero no lo hacían… Y fuimos.
Hicimos salir a la infeliz recepcionista, que estaba sentada a la mesa anotando las reservaciones y le preguntamos que qué decía el cartel, ella dijo «años».
Y le dijimos «no», y en ese momento, en ese preciso momento vi detrás de sus ojos como despertó.
Pedimos ver a la jefa, en broma, pero luego en serio. No estaba por supuesto, y nos fuimos riendo.
Al otro día el director de la escuela nos llamó y levantó un acta por ese hecho. ¿Cómo se enteró? No se, quizás porque andábamos con uniforme.
«Que eso debimos habérselo dicho a un profesor» decía. Que era una falta de respeto a la institución estatal Socialista, que en esas «cosas no nos debíamos meter», ni decirle a nadie, no era «asunto nuestro»
Una eñe…
Y vivía normal, y hubo buenas etapas.
Pero hoy sé que fue en ese momento que supe que cuando me encontraba con algo mal no podía quejarme, ya que por una eñe sucedió eso, todo lo demás de alguna forma tampoco era «asunto mío».
Y así crecimos todos, sabiendo que cualquier cosa podía ser tomada como una ofensa grandísima a la maravillosa y sin defectos «revolución». Lo sabía yo, tú, tu mamá, todos tus amigos, el vecino, todos.
Y después de muchos años, todavía no podemos quejarnos y las cosas «que no son asunto nuestro» están más rotas. Se necesita más presupuesto para hacerle creer al mundo que hay una eñe donde no hay ni pared ya.
Los carteles conmemorativos son ya todos consignas políticas vacías y quieren que todos las digamos con ellos, quieren que repitamos lo que dicen aunque no las creamos.
Falta la eñe, el cartel, la pared y hasta el campismo. Pero debemos decir que todo está bien. ¿Por qué? ¿Quién tiene la culpa? ¿El que nos levantó el acta? Que tenía miedo de algo «más arriba»… ¿La recepcionista que nunca había pensado en eso hasta ese momento? ¿Nosotros? Pues todos.
Todos, porque sabemos que todo está mal en este país y firmamos la actas, puede que todos no repitamos las consignas pero tampoco decimos que están mal, y está todo mal.
Hasta «ellos» de tan corruptos ya, olvidan que deben hacernos creer que no lo son.
Es su culpa también, y del líder que ya no existe, y de los que le creyeron hace 60 años, de los que lo veneraron como un dios.
A esos, los primeros, los perdono. Ninguno sabía dónde nos llevaría eso, pero es su culpa también.
Porque el gobierno dice «hacer el bien» sin importarle no estar haciendo el bien. Le habla a los más débiles y dice que para ellos hace todo. Y el débil, el pueblo, debe seguirlo por eso que dice hacer. El pueblo, la víctima de todo menos de sus acciones.
Mañana esto lo estará escribiendo tu hijo, y se preguntará cómo tú sabiéndolo todo no hiciste nada. Tu mismo hijo que puede que necesite medicinas y en el hospital esté prohibido pedirla porque «la potencia médica aparenta tener de todo».
¿Qué pasará cuando a todos los que, como yo, ayudamos hoy, nos hayan sacado del país obligados, o que por decisión nos hayamos ido?
¿Repetirás que los problemas son culpa del enemigo? ¿Irás a los actos y marchas porque, bueno te descuentan el día, es ir y que te vean y ya?
No quiero que hagas lo que digo, ni lo que hice, quiero que simplemente sepas que puedes hacer lo que desees, quejarte cuando creas correcto. Que encuentres la ñ que te falta para el impulso necesario de no dejar que todo lo que está mal recaiga en las generaciones por venir. Cualquier cosa, acción o persona a la que aún no le suceda puede «despertar».
(De todos los que aparecen en la historia de la virgulilla, el único que queda en el país soy yo)

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