LA CORRUPCIÓN ESTÁ EN LA ESENCIA MISMA DEL CASTRISMO

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFELA CORRUPCIÓN ESTÁ EN LA ESENCIA MISMA DEL CASTRISMO
Por Joel Fonte ()
La Habana.- La corrupción, como tantas veces lo hemos sostenido, no tiene solo un componente material, patrimonial, manifiesto en la asunción de conductas delictivas por un político, un gobernante, funcionario, o simples autoridades que tienen a su cargo la disponibilidad de recursos públicos y emplean sus funciones como medio de enriquecimiento; apropiándose ellos, o terceros, con su consentimiento, esos bienes de fin común.
No; la corrupción es además, y sobre todo, la degradación que se manifiesta en un individuo que ha ido tan lejos en ese actuar criminal que llega a considerarlo correcto, a asumirlo como justificado, y busca imponerle a la sociedad bajo su control -en el caso de la corrupción política- la tolerancia cómplice de su degradación.
¿Y hasta dónde este régimen absolutamente putrefacto que es el castrismo nos muestra esa realidad…?
Porque el castrismo convirtió la falacia, la mentira más manifiesta, en una práctica ordinaria, en un sostén o pilar fundamental de su Poder, de su control sobre el pueblo cubano.
Voy a apelar a un ejemplo solo, pero que encierra todo ese desnaturalizado obrar:
El último de los altos funcionarios de la dictadura que cayó en desgracia ante sus amos, el ministro de Economía Alejandro Gil, está supuestamente siendo procesado ahora mismo -en un proceso del que el pueblo cubano no recibe el más mínimo detalle, porque la información es aquí un arma poderosa y derecho exclusivo de Castro- por hechos de corrupción, hechos de gravedad lógicamente relacionados con sus funciones.
¿Y, cómo definió, pues, la dictadura cubana en una escueta nota ‘informativa’ ese hecho?: «graves errores».
Un ministro de la cúpula delinque, comete crímenes graves y, en un contexto de hundimiento del país, si acaso deciden procesarlo una vez cada mil generaciones, le llaman a su actuar ‘graves errores’.
Y, mientras, las prisiones cubanas están atestadas de jóvenes -tanto por motivos políticos como por conductas comunes- que resultan causalmente víctimas de la criminalidad de esas estructuras de Poder, que obligan al pueblo a acercarse al delito.
Es una realidad que insiste en reproducirse interminablemente.
Y como pasó con Gil, asimismo ha ‘informado’ hace solo unas horas la prensa de bolsillo del régimen castrista sobre un importante cargo en el interior del país, sobre quien pesan graves denuncias por corrupción: también ha cometido ‘errores’.
Ninguno de ellos es expulsado de sus cargos; renuncian. Siguen siendo ‘compañeros’, ‘revolucionarios’.
¡Cuánto desprecio hacia la verdad…; cuánto irrespeto hacia un pueblo que ha tolerado tan mansamente por tantas décadas…!
Los cubanos no viviremos mucho más tiempo como esclavos, porque la libertad es el estado natural del hombre, y hacia ella es impulsado.
Basta de tolerar injusticias. No más temor. No más dictadura en Cuba.

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