Por Carlos Cabrera Pérez (Especial para El Vigía de Cuba)
El recrudecimiento de la crisis terminal del tardocastrismo agudiza la bronca entre guayaberas y botas, que contraponen la agricultura al turismo y viceversa, en su dilatada recholata anticubana.
Las guayaberas defienden la importancia y necesidad de la agricultura, como sostén de la economía cubana y las charreteras siguen apostando por el fallido turismo y -aunque no es una disputa nueva- el hambre, la sed, la inflación y la oscuridad que padece la mayoría de los cubanos han reavivado el encontronazo.
El primer ministro, Manuel Marrero Cruz, como representante de los intereses del alto mando militar, trata de vender las bondades del turismo, a cuyo desarrollo Cuba llegó tarde por recelos de Fidel Castro Ruz y el chantaje de la CARICOM en 1973; cuando condicionó el deshielo a cambio de que La Habana se comprometiera a no desarrollar la industria sin chimeneas.
El propio Marrero y su virrey Luis A. Rodríguez López-Callejas arruinaron el escaso turismo con una subida del 40 por ciento de las tarifas durante el embullo Obama, pese a las serias advertencias de turoperadores y expertos, pero la narrativa oficial culpa a Estados Unidos – ¡que raro!- y al coronavirus del naufragio hotelero.
Varios economistas cubanos han alertado del daño del turismo sin turistas para la nación y de la errónea política de inversiones, pero ninguno se ha atrevido a señalar que -en el fondo- el programa hotelero de GAESA es una inversión en activos inmobiliarios de lujo, de cara al día siguiente de la desaparición de la llamada generación histórica.
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Recientemente, el presidente del Consejo de Estado y de la Asamblea Nacional cubanos, Esteban Lazo Hernández, subrayó que la base de la economía es la agricultura y que no siempre “hemos” sido consecuente con ella. Más claro, agua.
En paralelo, se ha abierto la veda contra Marrero en la oposición fidelista y, uno de los hijos del extinto dictador, ha señalado directamente al primer ministro como el culpable de buena parte de la desventura cubana; sabiendo que, cuando apunta al personaje, engloba al generalato mandante, del que el premier es solo un obsequioso criado.
Economistas jubilados y agrupados en torno a Humberto Pérez y Joaquín Benavides no se han tragado el marrerismo de que la economía está en guerra y han apuntado a la cabeza del primer ministro, especialmente después que los guardias tiraran a Alejandro Gil por el balcón sin que el nominal comandante en jefe lo impidiera.
Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al que la casta verde oliva le cogió la baja desde el 11J, vive debatiéndose entre ambas corrientes; con el miedo a que otra sublevación popular lo mande al basurero de la historia y -en vez de gobernar y equilibrar tendencias- se pone a charlatanear en un programa de televisión inútil, porque su credibilidad está bajo cero, junto a la del resto del Buró Político y el gobierno.
A ver, cuando se anima el presidente y cita a su espacio televisivo a los ministros del FARINT para que expliquen la ola de violencia, de delitos, de drogadicción juvenil y estampida migratoria, que sigue asolando a los cubanos.
Los recientes cambios en la escenografía provincial del partido comunista y gobernaciones no alteran ni un átomo del sistema comunista; podrido desde hace años; mientras el mundo racional -incluidos los pocos aliados que le quedan a la nostalgia de lo que fue la revolución- no conciben el unipartidismo y afán totalitario de la dictadura más vieja de Occidente.
Dentro del rejuego de fusibles comunistas, destaca la designación del habanero Joel Queipo Ruiz en Holguín -patria chica de los Castro Ruz- conservando su condición de miembro del Secretariado y que podría elevarlo al Buró Político y convertirlo en el negro reemplazo de Lazo o Salvador Valdés Mesa; salvo que el físico nuclear en excedencia explote como Jorge Luis Sierra.
El tardocastrismo padece una aguda sequía de cuadros capaces, debido a la emigración de parte del capital humano y al rechazo de cubanos decentes a sumarse al timbiriche mentiroso, represivo y hambreador; sabiendo que serán mera comparsa, sin poder real para cambiar las caducas reglas de juego.
Apuesta Biden remember
La penúltima invención de la casta verde oliva y enguayaberada consiste en filtrar a sus guara, subguaras, agentes de influencia y gusañeros que están manteniendo una reserva estratégica de presos políticos para negociar con un Joe Biden reelegido y que ya no se jugaría nada en el futuro.
Menuda novedad, es el mismo truco que usaron tras el suicida portazo a Obama; diciendo que con una Hillary Clinton ganadora, tendrían margen para negociar, pero el compañero Trump les rompió el dominó, que no tenía base real alguna; salvo lavarle la cara a Raúl Castro que, de gran reformador, pasó a la jubilación casi forzosa.
Al menos ya sabemos que el modelo de socialismo próspero y sostenible de Díaz-Canel y su pelotón consistía en desterrar a ciudadanos en edad activa, para convertirlos en emisores de remesas que llenaran las arcas de GAESA, pero el cambio de las reglas de juego del capitalismo financiero también empobreció a parte de la solidaria emigración cubana, y los recién llegados -salvo excepciones- están menos preparados que sus antecesores y viven con salarios que reducen las opciones de envío de dinero, que ya tampoco pasa por los ladrones verde oliva.
El resto es la mendicidad practicada desde que se acabó el tumbe a la URSS -retomado temporalmente con Hugo Chávez en su época de vacas gordas petroleras- y solo hay que ver el júbilo de la prensa pagada por el na sin pan ante una donación de arroz, un barco con petróleo y cualquier otro salve piadoso de países prósperos y desiguales como Viet Nam, Rusia y China.
Cuba no produce nada, salvo muela ideológica, pero ni así consiguen ponerse de acuerdo las dos facciones que comparten la administración de tan desventurada isla, donde los cuadros valiosos escasean como la malanga; mientras simuladores y robagallinas se multiplican como el marabú.
