Por Esteban Fernández Roig Jr. ()
Miami.- En la Cuba de mi niñez los muchachos éramos súper bien recibidos en todos los convivios siempre y cuando nos portáramos correctamente.
No recuerdo haber sido invitado a una sola fiesta de 15 años. Sin embargo, fui a un montón. Sólo contaba con tener un trajecito presentable y comportarme como se debía.
Una cosa buena a nuestro favor era que en el pueblo casi todo el mundo se conocía y cuando el padre de la quinceañera preguntaba: “¿Quién es el chiquito ese que no lo conozco?”, enseguida le respondían: “Ah, no te preocupes ese es el hijo de Esteban y Ana María, él se va a portar bien”.
Un día iban a sacarme de una fiestecita y el director de la orquesta Caribbean Swing, llamado Alfonso Alfonso, intervino diciendo: “Oh no, ese muchacho vive en el apartamento abajo de mi casa en el edificio Partagás y es muy tranquilo”.
Ya me había aprendido dos o tres pasillos de Cha cha chá viendo a Felo Bacallao en la televisión y con eso me defendía.
A veces hasta me aparecía con un humilde regalito y esa era tremenda carta de presentación.
También asistía a muchas bodas que realizaba el notario Luis Sánchez. Si el doctor Sánchez ofició su matrimonio durante los años 50’s búsquenme en las fotos.
Velorios y entierros: Me ponía mi trajecito “apéame uno”, le pedía una corbata negra a mi padre y le decía: “Viejo, a lo mejor voy a llegar un poco tarde esta noche porque voy a asistir a un velorio”.
“¿Quién se murió, Estebita?”- “No sé, pero era un viejito que vivía a la salida de Güines rumbo a San Nicolás, y dicen que van a dar bocaditos, buñuelos y tazas de chocolate caliente.
Y no se sorprendan, no era yo solo, lo hacíamos todos, porque vivíamos en un país -repito- donde éramos bien recibidos actuando decentemente y con cordura.