Por Yoyo Malagón
Manchester.- Valió la pena venir a Manchester. Y valió la pena sufrir durante 120 minutos, porque ver al Real Madrid plantarse en semifinales, desde el propio campo, es el premio más grande que puede tener un cronista que se estrena en estas lides. El Madrid es grande. ¿Alguien tiene dudas?
Un periodista inglés, de esos que estuvo tecleando todo el tiempo, sin perderse nada del partido, me dio la mano al terminar el choque y me comenté al oído: «El Real Madrid sigue siendo el más grande». Y si lo dice él, que llevaba una camiseta del City, me lo tengo que creer.
A estas alturas, minutos después de consumarse la victoria, se me pierden las palabras y me cuesta escoger a uno entre todos esos héroes que llevaron al equipo de Carlo Ancelotti a las semifinales, donde se encontrará con otro grande de Europa, el Bayern de Múnich.
Me gustaría decir que el héroe fue Lunin, con las dos paradas en la tanda de penales, o con la tranquilidad que ofreció durante todo el partido. O Rüdiger, el siempre increíble zaguero que merece una estatua al lado del nuevo Santiago Bernabeu. O Bellingham, Carvajal, o Nacho Fernández, incluso Ancelotti.
Pero no puedo, porque dejaría fuera a Ferland Mendy, a Fede Valverde, a Eduardo Camavinga. Este Madrid es un equipo y por eso gana. No por el aporte de Rodrigo o Vinicius, o por otro cualquiera, sino por el trabajo de todos. Y eso tiene un mérito enorme.
Ya lo decía antes del partido Davide Ancelotti: estos hombres no juegan para ellos, lo hacen para el equipo. No hay egos.
Y sí que hay egos. Un ego colectivo tremendo, que lo da el hecho de vestir la elástica blanca del mejor club del siglo XX, y el mejor del XXI hasta ahora.
El Real Madrid acaba de dar un paso gigantesco: elimina al último campeón y se coloca como gran favorito, pero los jugadores no olvidan que el trabajo aún no está terminando y que queda mucho por hacer.
Ahora toca el Bayern. Será otra ronda de grandes. Otros momentos de tensión, de sufrimientos y de esfuerzos. A semis, madridistas y madridismo.