LA PAZ SECUESTRADA

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Por Padre Alberto Reyes ()

(A propósito del III Domingo de Pascua)

Camagüey.- Por experiencia sabemos que la paz es huidiza, y tal vez una de las experiencias más «secuestrables» de todas las que podemos experimentar.

La secuestran los problemas del presente, pero también los errores del pasado y, sobre todo, la incertidumbre del futuro.

Y al ser secuestrada, nos inhabilita para vivir con serenidad el presente, para ver todo lo bueno que tenemos delante, para afrontar con serenidad nuestras luchas inevitables y, sobre todo, para ofrecer el don que somos.

Por eso, el Evangelio de Lucas lo primero que recalca es la presencia continua del Señor. Lucas no dice que el Señor «se apareció» a sus discípulos, sino que «se dejó ver», porque nunca se fue, siempre estuvo, siempre está, y esa es la fuente primera de la paz.

Si él está, el pasado está redimido y perdonado, el futuro está en sus manos, y el presente se realiza en su compañía, en su presencia.

Nuestro reto es aprender a evitar que nuestra paz sea secuestrada. No sólo para que nuestra vida no sea un ir y venir entre miedos y sobresaltos, sino para poder disfrutar nuestro presente, incluso en lo que pueda tener de lucha y esfuerzo, sino también para no perder la capacidad de «ofrecer nuestro don», que no es otra cosa que nosotros mismos desde nuestra experiencia de un Jesús resucitado y presente.

Que ojalá cada día que vivamos nos levantemos con la serenidad que da la certeza de su presencia, y que desde esa serenidad seamos capaces de «pasear nuestro don».

Porque ese es el resultado mejor de acoger la paz del Señor: la capacidad de ir por la vida ofreciendo el don que somos.

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