Por Tania Tasé ()
Berlín.-
-Abuela, tengo una sorpresa para ti, lo hice yo mismo. Anda cierra los ojos.
Los cierro, tan tan…y me enseña una pequeña jaba de papel, dentro hay caramelos y chocolates.
-¡Ay, pero qué linda! ¿Y lo hiciste tu mismo? Es hermosa, gracias.
-Abuela, no has mirado la jaba por detrás.
Cierto, lo hago entonces y veo que ha dibujado la bandera de Cuba.
-¡Preciosa!
-Abuela, es que me he acordado de mis amiguitos de la escuela de la Habana.
«Me partes, niño», pienso pero no lo digo. Y él comienza a contar cosas que recuerda de su escuela en Cuba.
No puede evitar comparar, yo tampoco. Lo dejo correr y le pido que me cuente de sus amiguitos de allá. Recuerda poco, pero habla mucho. Ha preguntado si alguna vez sus amigos van a tener una escuela tan linda como la de aquí.
Respiro profundo y respondo tratando de sonar firme:
-¡Sí! Y casi grito.
Se agota lentamente el tema. De momento.
-Abuela, dime una cosa…
Me encomiendo a Dios, respiro profundo, porque cuando esa es la introducción, detrás viene una bomba. Le digo:
-Dispara.
-Abuela, ¿por qué mi abuelo Juan (ese es mi papi, el hombre más dulce del mundo), no quiere dejarte entrar a la cocina y a mí sí me deja?
(La cocina es el reino de mi padre desde que se jubiló y murió mi madre ).
Respiro aliviada: esa fue fácil.
-Porque yo siempre estoy apurada y tú no. Y en la cocina no se debe andar apurado, porque uno puede quemarse o cortarse.
-Pues abuelo Juan y yo hemos hecho una tarta de frutas. Cuando yo sea grande, nunca voy a estar apurado.
«¡Ay, cochita! Pienso pero no lo digo. Este es el país del stress, uno anda siempre apurado.
-Abuela, ¿estás apurada ahora?
-No, para nada.
-Entonces, dime otra cosa…
Respiro, hoy viene con ráfagas…
-A ver…
-Abuela, ¿en serio no te vas a peinar hoy?
-En serio no, hoy es mi día libre y no estoy apurada, ¿para qué tendría que peinarme?
-Es verdad, entonces dame un quiero.
El alivio corre por mis venas, por hoy me escapé, se acabaron las preguntas.
Los abrazos no se cuestionan, me quedo ahí, largo en ese abrazo.